El Templo del Mal Elemental

Este es el blog oficial de la partida de HackMaster de las Sirenas, auspiciados por la asociación de rol El Dirigible, en Sevilla. Dirigida por Carlos Burón, en esta dura campaña de Gary Gigax los jugadores, conocidos como Los Errantes, sudan sangre y fichas de personaje enfrentándose a las fuerzas del Templo del Mal Elemental. Aquí podrás encontrar resúmenes, informaciónes varias, y (espero) material que aporten los jugadores. ¡A leer!

sábado, 24 de octubre de 2009

El nido de arpías

Resumen sesión 23/10/2009 por Daralhar

Apenas cayó la reja, dos enormes pajarracas con cuerpo de mujer bajaron volando emitiendo un confuso canto que volvió medio locos a Anseas y Duncan. Éstos trataran de correr hacia ellas suplicándoles que los torturaran hasta la muerte. El resto de compañeros, de raza élfica, parecían ser inmunes al canto de las arpías. Con la enajenación de Anseas, Assiul tuvo que enfrentarse solo contra los bichos, mientras Duncan tras la reja suplicaba que lo destrozasen y Daralhar intentaba en vano dormir a alguno de los monstruos. Sin embargo parecían ser inmunes al hechizo, por lo que el mago tuvo que recurrir a su arco. Era mejor que nada.

Aun en solitario, Assiul no era un adversario fácil, y pronto comenzó a repartir estocadas mientras las pájaras trataban de sacarle los ojos. El combate estaba en precario equilibrio cuando una piara de necrófagos irrumpió por un extremo del salón, precedidos por su peculiar olor. Ahora Assiul estaba en desventaja manifiesta. Había una puerta en el extremo opuesto del salón, así que decidió probar suerte huyendo hacia delante. La siguiente habitación resultó ser un dormitorio destrozado en el que otros cuatro necrófagos roían unos huesos. La operación matemática era simple: cuatro necrófagos son menos que seis y dos arpías, así que el guerrero cerró la puerta y se dispuso a vender cara la piel.

Mientras, en el salón, Daralhar había frenado algo al grupo de necrófagos con un área de grasa. Anseas y Duncan, por su parte, seguían delirando. De hecho, entre el clérigo y las arpías estaban intentando levantar la reja para unirse en un sangriento abrazo. Por suerte para Daralhar la reja era demasiado pesada. Ahora el mago era el único cuerdo allí, lo cual no era decir mucho. Al ver que no podían levantar la reja, una de las arpías lanzó unas púas de su espalda al mago, mientras éste le respondía a flechazos. En ese momento llegaron refuerzos para los Errantes: por el pasillo llegó Traspié con un nuevo fichaje para el grupo, un elfo silvano llamado Lajoar que blandía dos espadas, como Assiul.

Traspié entró en escena disparando por la espalda a una de las arpías, un disparo que le dolió bastante al no esperárselo, mientras Daralhar demostraba que los elfos nacen con un arco en la mano arrancando el brazo izquierdo a otra arpía de un flechazo. Lajoar intentaba en vano levantar la reja. La arpía manca gritó y levantó el vuelo hacia su nido.
Alejado de todo esto, en una habitación contigua, Assiul se batía el cobre con cuatro necrófagos. Había conseguido decapitar a uno, pero los bichos respondieron con una lluvia de zarpazos y mordiscos que consiguieron malherir al elfo.

Con la siguiente flecha, Daralhar acabó con la arpía que había malherido Traspié y el hechizo que caía sobre Duncan se rompió. Al recuperar el clérigo la compostura, sacó su símbolo sagrado y ahuyentó a los necrófagos que ya se congregaban en torno al hechizado Anseas, dispuestos a comérselo. Algunos no pudieron huir por estar resbalando aún en la grasa. En el dormitorio contiguo Assiul conseguía equilibrar la lucha matando a otro necrófago.
Las cosas comenzaban a ir mejor cuando la arpía manca cantó desde su nido y hechizó a Traspié, que trató de abrirse paso hacia ella acuchillando por la espalda a Lajoar mientras éste seguía intentando levantar la reja. Afortunadamente esta vez Duncan logró resistirse al canto.
Viendo el potencial de Lajoar y la paranoia de Traspié, Daralhar intentó hacer levitar la reja con un hechizo, pero resultó ser demasiado pesada. Sin embargo el hechizo la aligeró lo suficiente para que Lajoar pudiera levantarla, pese a la cuchillada de Traspié en su loco intento por llegar a su adorada arpía.
Con el paso abierto, Lajoar avanzó y comenzó a repartir leña entre los gouls atrapados en la grasa, mientras Duncan seguía espantándolos su símbolo sagrado. Daralhar contribuyó como pudo a la tarea con su arco. Mientras, Anseas y Traspié se pusieron a intentar escalar hasta el nido de la arpía, pero sólo Traspié lo logró, para envidia del otro.

En el dormitorio, la situación de Assiul era crítica: malherido y desangrándose se batía obstinadamente contra el último necrófago de la habitación. Finalmente logró matarlo, pero entonces aparecieron dos necrarios, y Assiul decidió retirarse en busca de curación. Salió de nuevo al pasillo y corrió hasta Duncan, que pudo restaurar sus heridas completamente mientras Daralhar tendía una trampa de grasa tras el guerrero, previendo la carga de los necrarios. Mientras, los necrófagos que habían huido recuperaron su presencia de ánimo y volvieron a la carga contra Lajoar, que los esperaba espada en mano.

La arpía manca se asomó de nuevo desde su nido y lanzó sus púas a la refriega, a lo que Daralhar respondió a flechazos, con la mala suerte de que una de ellas fue a clavarse sobre Traspié, que estaba al lado del bicho intentando que le hiciera caso. Por suerte no le hizo mucho daño. Los necrarios también cargaron contra la refriega, manteniéndose en equilibrio sobre la grasa. Daralhar cerró la tercera vía de aproximación enemiga con otra grasa, y varios necrófagos resbalaron al pisarla. Lajoar hacía cuanto podía en su frente mientras Duncan restañaba sus heridas desde su retaguardia. En esto la arpía manca, cansada de la poca efectividad de sus púas, decidió bajar a hincarle las garras a Duncan, poniéndose al fin donde Daralhar la quería tener: con un hechizo de rayo de debilitamiento, el bicho quedó demasiado débil para remontar el vuelo, cayendo a plomo y siendo destripado por Assiul y Lajoar con la risa maníaca de Daralhar de fondo. Duncan sacó su símbolo sagrado y haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, logró espantar a todos los muertos vivientes, grandes y pequeños. Éstos quedaron acojonados y apiñados contra una pared donde el grupo los destripó a placer en una orgía de sangre no-muerta.

Al fin una gran victoria para los Errantes.

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