El Templo del Mal Elemental

Este es el blog oficial de la partida de HackMaster de las Sirenas, auspiciados por la asociación de rol El Dirigible, en Sevilla. Dirigida por Carlos Burón, en esta dura campaña de Gary Gigax los jugadores, conocidos como Los Errantes, sudan sangre y fichas de personaje enfrentándose a las fuerzas del Templo del Mal Elemental. Aquí podrás encontrar resúmenes, informaciónes varias, y (espero) material que aporten los jugadores. ¡A leer!

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Como pollos sin cabeza

Resumen sesión 03/12/2010 por Daralhar

Tras la carnicería (o recolección de trofeos, según se mire), los Errantes se encontraban de nuevo frente al gong desmontado en la sala de los ojos, testigos de tantas batallas en las últimas horas. Subieron al nivel 2 y salieron a un pasillo con una fuente. A un lado del pasillo había una puerta secreta, tras la cual docenas de sectarios trabajaban esclavizados por gigantes y trolls. Al otro lado del pasillo había una pesada cortina negra tras la cual se oían unas voces. Duncan se atrevió a atisbar y vio a seis gigantes recibiendo instrucciones de un oscuro encapuchado. No viendo salida, los Errantes se rayaron durante un rato, tras el cual decidieron volver al nivel tres y, a través de un angosto pasillo secreto, salieron al distribuidor de las escaleras que iban al nivel cuatro. Una de las puertas que daba a dicho distribuidor no había sido inspeccionada, así que se adentraron por ella... y resultó dar a una habitación cuadrada usada a todas luces como cagadero de trolls. En los múltiples montones de mierda repartidos por la habitación, se entreveía el brillo de algunas monedas. Duncan desmenuzó uno de esos mojones para sacar dos monedas de platino, ante las miradas de asco del resto de compañeros. Luego decidió que lo mejor era bajar al nivel cuatro a saco. El grupo seguía siendo reticente, pero a falta de una idea mejor acabaron siguiéndole como ovejas al matadero.

En el cuarto nivel, avanzaron por el ancho pasillo hasta la altura a la que había dos arcadas a los lados. En una no parecía haber nada, pero en la otra había dos trolls que dieron la alarma en cuanto vieron llegar a los aventureros mientras se lanzaban a la carga. El primero en intentar atacar fue Flanigan, quien pifió y dejó caer su arco mientras Garlic el enano derramaba sangre de troll con un fuerte hachazo. Los proyectiles mágicos de Daralhar atravesaron al bicho mientras Gurnyr trataba de descargar toda su fuerza en un golpe de la Lengua de Llamas... que por desgracia falló estrepitosamente, golpeando el suelo y rompiéndose el brazo. Para rematar, el troll le mordió el antebrazo y casi se lo arranca, pero milagrosamente siguió en su sitio. Daralhar volvió a lanzar otra ráfaga de proyectiles mágicos mientras Flanigan le asestaba un hachazo al segundo bicho, que trataba en vano de golpear a Duncan, protegido tras su escudo. Con el brazo medio colgando, y al límite de sus fuerzas, Gürnyr asestó un cabezazo al bicharraco que le había mordido y lo tumbó, demostrando que a bestia no hay quien le gane, tras lo cual se desplomó incapaz de seguir en pie, y poseído por la risa del que se sabe condenado.

Daralhar lanzó una grasa bajo los pies del segundo troll y advirtió al grupo de que por el pasillo se acercaban gárgolas, gigantes, ogros, ettings, un cieno gigantesco, el séptimo de caballería y hasta Santa Klaus en su trineo. Era hora de irse... pero Gürnyr no podía moverse. Duncan los conminó a seguir luchando allí, pero aquello era absurdo. Finalmente Daralhar los convenció de que entre todos podían cargar con el nórdico (que seguía riéndose como un poseso) y replegarse hasta la escalera. Hicieron tragar al guerrero una poción de curación y comenzaron a cargar con aquel tiparraco, que pesaba una tonelada. Mientras, Flanigan decidió que era mejor huir hacia delante y salió por otra puerta de la habitación.

La escena era dantesca: un elfo, un enano y un humano cargando con un tiparraco manco enorme, que reía mientras escupía sangre, perseguidos por una especie de zoológico del templo del mal elemental. La primera avanzadilla, compuesta de gárgolas casi se les echaba ya encima cuando la poción hizo efecto y Gürnyr consiguió correr por su propio pie, pero entonces empezó a quedarse atrás Garlic, así que Gürnyr se lo cargó al hombro como si no pesara y salió pitando con él a cuestas. Subieron a zancadas los escalones hacia el tercer nivel y salieron hacia el pasillo. Sin los mapas por delante, Daralhar estuvo a punto de llevarlos a una habitación sin salida, por suerte Duncan tenía mejor memoria y los guió hacia el pasillo estrecho, rumbo a la sala de los ojos (otra vez) y de nuevo escaleras arriba hacia el pasillo de la fuente (otra vez). Una vez allí, se disfrazaron de sectarios y Garlic fue camuflado como si fuera una joroba de Gürnyr. De la escalera y del pasillo venía jaleo, así que Daralhar asomó un ojo... y un gigante le vio, con lo cual tuvieron que salir apresuradamente por la puerta secreta que daba al pasillo ancho, donde los sectarios trabajaban. Duncan comenzó a abrirse paso entre el barullo fingiendo tener prisa y diciendo algo sobre unos prisioneros, pero los perseguidores entraron en tromba al pasillo al tiempo que un gigante les cortaba el paso haciendo preguntas incómodas (como todos los gigantes) y Duncan comenzó a gritar a los sectarios: “¡Las gárgolas y los gigantes se han revelado y están matando sectarios!” El pánico comenzó a cundir y los sectarios salieron corriendo en todas direcciones mientras los gigantes comenzaban a aplastarlos como hormigas. El grupo consiguió salir de allí con sólo una simpática pedrada en la espalda (de varias toneladas). Sin saber ni cómo los Errantes llegaron a una habitación, donde Duncan curó a los compañeros de las heridas sufridas en la huida.

Flanigan avanzó en solitario durante un rato por un pasillo hasta llegar a un distribuidor. Avanzó por un pasillo y llegó a una habitación donde había un etting junto a un fogón. Consiguió escabullirse sin que el bicho le viera mientras las cabezas parloteban entre sí:

-¿Hmmm? ¿Qué es eso?
-Eso es queso.

Meditando sobre este diálogo tan profundo, el aventurero llegó a otra habitación donde había otros tres ettins conversando sobre que estaban hartos de practicar lanzando rocas. Ante lo peligroso de la situación, dio media vuelta y pasó otra vez por la habitación del fogón, pero esta vez dio un paso en falso y el etting le oyó:

- ¡Hey! ¿Y tú quién eres?
-Yo... soy queso.
-Hmmm, ven aquí.

Flanigan dio un paso al frente y luego dio media vuelta y salió por patas., con el ettin tras él. Llegó al distribuidor y se metió por la primera puerta que vio, dando a otra habitación donde había una giganta con montones de rocas que lo levantó del suelo también comenzó a hacer preguntas incómodas como “¿Quién eres tú y qué haces aquí?” Flanigan respondió acusando a los ettings que había visto, diciéndole que se negaban a entrenar. Cuando el etting perseguidor llegó sólo dijo “mío...”, pero la giganta seguía escamada. Con la cara al lado del guerrero le dijo:

-Última oportunidad: ¿Quién eres?
-¿Yo?... Queso –contestó Flanigan indolentemente-.
-Respuesta incorrecta... –dijo la giganta-

...tras lo cual lo despachurró repetidamente contra el suelo hasta reducirlo a pulpa bebible. De lo que se deduce que la respuesta del “queso” sólo funciona con ettings.

El resto de los Errantes ya estaban algo más restablecidos. Junto a ellos había un sectario que dijo llamarse Sidor y que, incomprensiblemente, no ha visto cómo Duncan curaba a sus compañeros. Intentaron convencerlo de que había que salir de allí y buscar en Hommlet una vida mejor, pero el sectario parecía bastante convencido de que su vida de mierda de esclavo era mejor que la que le espera fuera, así que se puso a orar a Iuth y después sacó una vela y comenzaron a andar, mientras los Errantes seguían comiéndole la cabeza acerca de que fuera se estaba mejor. Comoquiera que el tipo no atendía a razones, los compañeros comenzaron a discutir con miradas silenciosas la mejor forma de matarlo. El sectario no conocía aquello, pero Los Errantes sabían que iban hacia la guarida de Olgrisht, siempre con Sidor por delante. Cuando llegaron cerca del oso lechuza, el sectario lo identificó rápidamente y no quiso seguir adelante, dando media vuelta. Siguieron hasta el pasillo del gato muerto y pasaron el salón del minotauro, rumbo a las escaleras, pero oyeron el ruido de bastantes trolls, así que dieron media vuelta de nuevo. Abrieron la puerta secreta del salón del minotauro y fueron a cruzarla cuando a Sidor, que iba siempre delante y le cayó un pesado rastrillo con pinchos que lo mató en el acto. La trampa había sido vuelta a montar. Le cogieron su túnica de sectario y se la pusieron al enano. Además Gürnyr le robó la vela y la daga al pobre diablo, dejando el cadáver por allí tirado. Fueron de nuevo al pasillo del gato muerto y a la habitación de la que vinieron, donde se quedaron un rato rayándose acerca de su triste suerte de estar allí atrapados como ratas.