Una cruenta lucha tuvo lugar a continuación. Los Errantes se hallaban en una pinza, con los enemigos presionando para entrar, a los cuales mantenían a raya empujando la puerta y encarandose con los que lograban entrar, y con los que acababan de aparecer por la pared falsa. Estos últimos se lanzaron a la carga, alentados por un teniente, y varios de ellos consiguieron romper las filas del grupo y entraron a la habitación. Daralhar reaccionó, lanzando una grasa que impedía entrar, pero aún así los guardias sacaron ballestas y comenzaron a descargar virotes sobre los aventureros.
La situación era bastante crítica, pero Eber se había quedado dormido (un sueño que no sería interrumpido durante bastante tiempo...). Los Errantes se esforzaban por luchar, pero se encontraban en muy mala posición estrategica. Aguantaban como podían, cuando como venidos del cielo, más de sus compañeros, guiados por todo el estruendo de la batalla, llegaron corriendo por el pasillo de fuera. Gloin, Berieel y su perro de guerra elfico, y Darien el criomante, se lanzaron al rescate, rompiendo la cruel tenaza que ejercían los guardias. Berieel empezó a disprarar con su arco contra los que estaban empujando la puerta, y su perro y Gloin cargaron furiosamente. Gloin por desgracia tenia las patitas cortas y llevaba una armadura muy pesada, por lo que su carga era muy furiosa pero bastante lenta. Para subsanarlo, trato de subirse al perro y cabalgarlo, pero casi le parte el lomo al pobre animal. Tuvo que conformarse con llegar cuando buenamente pudiese. Entonces Darien comenzó a descargar todos sus conjuros. Bolas de hielo llenaron el pasillo, convirtiendo a muchos de los guardias en carámbanos de hielo, que Gloin hacía pedazos con su hacha, mientras el perro mordía a los que no se habían congelado.
Dentro la batalla estaba mucho mas controlada sin la presión de fuera, y Awaie salió a ayudar.
El hada duende se elevó por encima del pasillo para descargar su arco, pero un guardia la vió y le lanzó un virote solitario... que le atravesó la palma de la mano completamente, arrancándosela de cuajo y dejándola clavada en el techo. Awaie, presa del dolor y la estupefacción, cayó desmayado. Los pocos guardias que quedaban fuera no perdieron un segundo y tomaron al hada como rehén, para poder huir. Pero al tratar de irse Darien lanzó una de sus porculeros conjuros de niebla, y los soldados no encontraban la salida sin ver a un palmo, acabando dos veces fuera pero en el punto en el que salieron, donde estaban Gloin y el perro. El perro no entendía de rehenes, así que se lanzó de un salto y le abrió el cráneo de un poderoso mordisco al desgraciado que sujetaba a Awaie, que lo dejó caer. La cabeza del infeliz reventó como un melón, y el otro, aterrorizado, se dio la vuelta para huir, pero lo abatieron entre varios, pues los de dentro habían salido ya tras derrotar a los de la habitación.
Los Errantes habían vencido, pero Awaie estaba en una situación penosa. Acordaron volver a Hommlet y recuperarse.
Una vez allí, con la ayuda de Bastongrís, Awaie se recuperó, pero descubrieron que el tratamiento para su mano era demasiado caro. Se ordenó hacer un extraño artilugio para todavía poder manipular el arco. Un poco tullidos, pero henchidos de gloria, los Errantes se decidieron a fanfarronear en la posada la siguiente noche. Contaban sus hazañas, un poco adornadas y pisándose unos a otros, pues todos cometían bastantes incorrecciones y ocultaban a duras penas datos sobre el templo y su misión, pero la audiencia escuchaba intrigada... en especial, cierto individuo de porte turbio... y en tal mal momento, Awaie, completamente emocionado, sacó de su saco la mandíbula de Lareth el Bello, y proclamó a los cuatro vientos que los Errantes le habían dado muerte en la casa del foso. "Grwaaaaaaaaa!!!", Awaie lo gritó varias veces, y una gran ovación les acompañó. Después bebieron tranquilamente el resto de la noche, desgranando detalles con los aldeanos...
Se fueron a dormir placidamente. Awaie roncaba en un arbol de la arboleda de bastongrís, tan tranquilo... cuando se despertó por su instinto innato de sentir el peligro, ¡justo a tiempo para esquivar una puñalada mortal que le hubiera atravesado el corazón!. Solo le atravesó el estómago, y aunque malherido, pudo dar la voz de alarma, poniendo sobre aviso a los búhos y al oso de Bastongrís. El siniestro y esbelto asesino todo embozado de negro no tuvo más remedio que desaparecer esfumándose como por arte de magia. Awaie, muy alterado, tuvo que ser ayudado por Bastongrís. En la posada, un cuchillo se cirnió sobre el mago... Piltrafus se despertó, herido de muerte, pero vivo aún, y Daralhar muy alarmado también se levantó de un brinco. También frustrado este asesinato, una sombra como la anterior, quizás la misma, se esfumó en el aire.
Al parecer, los Errantes habían soltado más de lo que debían la lengua, y ahora se encontraban en peligro...
Mientras tanto, Eber dormía plácidamente en las entrañas del templo del Mal Elemental, ya que nadie se había acordado de despertarlo...
La situación era bastante crítica, pero Eber se había quedado dormido (un sueño que no sería interrumpido durante bastante tiempo...). Los Errantes se esforzaban por luchar, pero se encontraban en muy mala posición estrategica. Aguantaban como podían, cuando como venidos del cielo, más de sus compañeros, guiados por todo el estruendo de la batalla, llegaron corriendo por el pasillo de fuera. Gloin, Berieel y su perro de guerra elfico, y Darien el criomante, se lanzaron al rescate, rompiendo la cruel tenaza que ejercían los guardias. Berieel empezó a disprarar con su arco contra los que estaban empujando la puerta, y su perro y Gloin cargaron furiosamente. Gloin por desgracia tenia las patitas cortas y llevaba una armadura muy pesada, por lo que su carga era muy furiosa pero bastante lenta. Para subsanarlo, trato de subirse al perro y cabalgarlo, pero casi le parte el lomo al pobre animal. Tuvo que conformarse con llegar cuando buenamente pudiese. Entonces Darien comenzó a descargar todos sus conjuros. Bolas de hielo llenaron el pasillo, convirtiendo a muchos de los guardias en carámbanos de hielo, que Gloin hacía pedazos con su hacha, mientras el perro mordía a los que no se habían congelado.
Dentro la batalla estaba mucho mas controlada sin la presión de fuera, y Awaie salió a ayudar.
El hada duende se elevó por encima del pasillo para descargar su arco, pero un guardia la vió y le lanzó un virote solitario... que le atravesó la palma de la mano completamente, arrancándosela de cuajo y dejándola clavada en el techo. Awaie, presa del dolor y la estupefacción, cayó desmayado. Los pocos guardias que quedaban fuera no perdieron un segundo y tomaron al hada como rehén, para poder huir. Pero al tratar de irse Darien lanzó una de sus porculeros conjuros de niebla, y los soldados no encontraban la salida sin ver a un palmo, acabando dos veces fuera pero en el punto en el que salieron, donde estaban Gloin y el perro. El perro no entendía de rehenes, así que se lanzó de un salto y le abrió el cráneo de un poderoso mordisco al desgraciado que sujetaba a Awaie, que lo dejó caer. La cabeza del infeliz reventó como un melón, y el otro, aterrorizado, se dio la vuelta para huir, pero lo abatieron entre varios, pues los de dentro habían salido ya tras derrotar a los de la habitación.
Los Errantes habían vencido, pero Awaie estaba en una situación penosa. Acordaron volver a Hommlet y recuperarse.
Una vez allí, con la ayuda de Bastongrís, Awaie se recuperó, pero descubrieron que el tratamiento para su mano era demasiado caro. Se ordenó hacer un extraño artilugio para todavía poder manipular el arco. Un poco tullidos, pero henchidos de gloria, los Errantes se decidieron a fanfarronear en la posada la siguiente noche. Contaban sus hazañas, un poco adornadas y pisándose unos a otros, pues todos cometían bastantes incorrecciones y ocultaban a duras penas datos sobre el templo y su misión, pero la audiencia escuchaba intrigada... en especial, cierto individuo de porte turbio... y en tal mal momento, Awaie, completamente emocionado, sacó de su saco la mandíbula de Lareth el Bello, y proclamó a los cuatro vientos que los Errantes le habían dado muerte en la casa del foso. "Grwaaaaaaaaa!!!", Awaie lo gritó varias veces, y una gran ovación les acompañó. Después bebieron tranquilamente el resto de la noche, desgranando detalles con los aldeanos...
Se fueron a dormir placidamente. Awaie roncaba en un arbol de la arboleda de bastongrís, tan tranquilo... cuando se despertó por su instinto innato de sentir el peligro, ¡justo a tiempo para esquivar una puñalada mortal que le hubiera atravesado el corazón!. Solo le atravesó el estómago, y aunque malherido, pudo dar la voz de alarma, poniendo sobre aviso a los búhos y al oso de Bastongrís. El siniestro y esbelto asesino todo embozado de negro no tuvo más remedio que desaparecer esfumándose como por arte de magia. Awaie, muy alterado, tuvo que ser ayudado por Bastongrís. En la posada, un cuchillo se cirnió sobre el mago... Piltrafus se despertó, herido de muerte, pero vivo aún, y Daralhar muy alarmado también se levantó de un brinco. También frustrado este asesinato, una sombra como la anterior, quizás la misma, se esfumó en el aire.
Al parecer, los Errantes habían soltado más de lo que debían la lengua, y ahora se encontraban en peligro...
Mientras tanto, Eber dormía plácidamente en las entrañas del templo del Mal Elemental, ya que nadie se había acordado de despertarlo...
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