Los Errantes pasaron sin muchos problemas su semana en Verbobonc mientras Daralhar estudiaba. Todos menos Awaie, que pensando en su futuro profesional, decidió unirse a la cofradía de ladrones de Verbobonc. Contacto con un personaje turbio de los suburbios, que le dijo que debía pagar 100 po al mes como cuota, 200 po de matrícula y pasar una prueba para ver si era digno de pertenecer al gremio. La prueba consistía en robarle la bolsa y los anillos a un rico noble que estaba dando un paseo, pero por desgracia Awaie no era lo que se dice un experto en el latrocinio. Solicitó que le diesen una prueba más acorde a sus habilidades; la infiltración y las cerraduras. Tenían algo para el; le mandaron a subirse a una ventana, abrirla desde fuera, y dentro robar una caja fuerte. Awaie se hizo invisible para pasar desapercibido, voló hasta la ventana, e intentó forzarla, sin éxito. Por suerte, había otra ventana diferente al lado, pero que daba a la misma habitación, y esta sabía como abrirla. Entro en un lujoso dormitorio, y enseguida un par de cuadros en la pared llamaron su atención; ahí debía estar oculta la caja fuerte. Miró primero por si había alguna trampa, pero no vió ninguna, así que levanto uno de los cuadros. Una ráfaga de energía mágica lo golpeó con violencia, dejandolo bastante herido. Detrás del cuadro no había nada, pero se dió cuenta que el glifo trampa conectaba con los dos cuadros. Intentó desactivarlo, pero de trampas mágicas no tenía ni pajolera idea así que se llevó otra descarga que casi lo mata... sin embargo sobrevivió, y comprobó que detrás había una caja fuerte, con un tipo de cerrojo que él conocía a la perfección; lo desarmó y descubrió que dentro sólo había un papel, una felicitación de haber pasado la prueba. De vuelta con el personaje sospechoso, éste le felicitó por haber pasado la prueba, le mostró el tatuaje con forma de llave del gremio que le permitía ejercer su profesión con protección oficial, y le condujo a la base secreta bajo una posada donde entrenaban, planificaban y se reunían los ladrones de la cofradía. Por desgracia de momento no tenía dinero para pagar las cuotas de entrenamiento aunque se sentía preparado, así que se fue.
De vuelta en Nulb, los aventureros pararon por la herrería de Otis, pues éste les tenía preparadas unas armas de puro hierro forjado en frío (un procedimiento mucho más complicado y costoso, pero efectivo contra algunos seres sobrenaturales como los necrófagos), y además para contarles la historia que no les había querido contar acerca del medallón en el subterráneo del Templo. Para sorpresa de todos, Otis se reveló como Lord Otis, Caballero Montaraz al servicio del Rey de Furyondy y Caballero de Honor de Veluna. Les explicó que estaba allí al servicio de ambos reinos vigilando de cerca si resurgía alguna actividad del Templo del Mal. Dijo que había algunos espías mas del Bien en Nulb, pero que por seguridad para ambas partes era mejor mantenerlo en secreto. Muy a su pesar, les comunicó que debía abstenerse de acompañarles al Templo, pues ahora que ya conocía que había vuelto a la actividad era mucho más importante que se quedase por allí vigilando y enviando informes, así que les despidió mientras se dirigían al templo.
Una vez en los subterráneos, con la ayuda de Marven (uno de los presos que rescataron, como Karpo), los Errantes se adentraron por los laberínticos pasillos a explorar. Avanzaron por uno que creían conocido, pero se encontraron que al abrir una puerta había uno que no coincidía con su mapa y les entró algo de pánico. Después de darse la vuelta y comprobar varias veces donde estaban, recordaron que ese pasillo tenía una puerta secreta que no se veía a simple vista, por eso no coincidía con el mapa. Aliviados, siguieron por la puerta secreta. Llegaron a las celdas del otro día, y miraron a través de la puerta en la última que les quedaba por ver, pero estaba vacía. Mientras tanto, se seguían escuchando los desgarradores gritos de alguien siendo torturado "NOOO; LOS HUEVOS NOOOO!!!". El grupo siguió adentrándose en la mazmorra y se encontró con sendas puertas a ambos lados del pasillo por el que iban. Abrieron una, ¡y unos monstruosos y enormes seres verdes y peludos con los ojos inyectados en sangre se lanzaron al ataque con sus luceros del alba!. Los Errantes ya conocían a estos monstruos de la casa del foso, y tras intercambiar un par de golpes, Daralhar los durmió a todos con un par de conjuros de dormir.
Acordaron atar a los monstruos y no hacerles daño, aunque cuando no miraban el elfo estranguló a uno de ellos "atándole el cuello un poco mas fuerte".
Se pusieron a examinar la habitación. Les daba la impresión de que aquella habitación tenía que tener alguna otra salida por la arquitectura del lugar y por algunos sonidos, pero por más que buscaban no encontraban nada, aparte de la mesa, un banco pegado a la pared, un barril con agua, y algunos objetos más sin importancia. Mientras buscaban todo esto, escucharon unos pesados andares y callaron todos de pronto apagando las antorchas. Afuera se escuchaba una pesada respiración, y unas pisadas irregulares retumbaban en el pasillo.
Marven se ofreció voluntario para salir. Se puso una túnica marrón de las que habían encontrado, y salió al encuentro de lo que resulto ser un obeso ogro. Este andaba en cueros con un delantal y una maza enorme. Se presentó como cocinero, y parecía bastante hambriento. Estaba un poco confundido por la presencia de Marven, y aunque en principio no cuestionó su presencia, sus crecientes preguntas empezaron a abrir su apetito. Pero justo en el momento que le indicaba que cierto pasillo llevaba a un sitio peligroso, el resto de los Errantes salió al ataque y empezaron a librar combate con el monstruo. El pobre ogro solo quería comer, pero luchó hasta la muerte.
Los Errantes entonces pasaron a explorar la zona que el ogro no había indicado como peligrosa. Tras dar muchas vueltas por los pasadizos y hacerse mucho lío con marcas de tiza y bifurcaciones, abrieron una puerta y dieron a parar de bruces con un destacamento de guardias allí apostados. Inmediatamente se vieron superados en numero, así que salieron huyendo, pero estos empezaron a dar la voz de alarma a la vez que corrían en su persecución.
Los pasillos resonaban con las botas de los multiples soldados que corrían frenéticamente buscando a los intrusos, pero de momento estos se encontraban ocultos. Se habían refugiado en la habitación de antes, y habían apagado todas las luces. Pero algunas voces se aproximaban, y entraron un par de guardias en la habitación; Marven, disfrazado, les salió al encuentro, diciendoles que allí no había nada, pero esto a los esbirros les pareció muy sospechoso y lo expresaron en voz alta; tanto por su túnica, como por el hecho de que la habitación estaba a oscuras. Al ir a examinar los oscuros recovecos con la antorcha y el hueco de detrás de la puerta, donde estaban metidos todos los Errantes, estos viendo que era imposible permanecer escondidos mas tiempo, saltaron al ataque. Estos a su vez, dieron la voz de alarma.
Empezó una batalla encarnizada contra los guardias del templo, que entraban a tropel en la habitación. Los estaban conteniendo bastante bien, y habían formado un cuello de botella importante en la puerta, cuando de pronto... ¡una puerta secreta se abrió en el lado opuesto de la habitación, con una decena de soldados pugnando por entrar!
De vuelta en Nulb, los aventureros pararon por la herrería de Otis, pues éste les tenía preparadas unas armas de puro hierro forjado en frío (un procedimiento mucho más complicado y costoso, pero efectivo contra algunos seres sobrenaturales como los necrófagos), y además para contarles la historia que no les había querido contar acerca del medallón en el subterráneo del Templo. Para sorpresa de todos, Otis se reveló como Lord Otis, Caballero Montaraz al servicio del Rey de Furyondy y Caballero de Honor de Veluna. Les explicó que estaba allí al servicio de ambos reinos vigilando de cerca si resurgía alguna actividad del Templo del Mal. Dijo que había algunos espías mas del Bien en Nulb, pero que por seguridad para ambas partes era mejor mantenerlo en secreto. Muy a su pesar, les comunicó que debía abstenerse de acompañarles al Templo, pues ahora que ya conocía que había vuelto a la actividad era mucho más importante que se quedase por allí vigilando y enviando informes, así que les despidió mientras se dirigían al templo.
Una vez en los subterráneos, con la ayuda de Marven (uno de los presos que rescataron, como Karpo), los Errantes se adentraron por los laberínticos pasillos a explorar. Avanzaron por uno que creían conocido, pero se encontraron que al abrir una puerta había uno que no coincidía con su mapa y les entró algo de pánico. Después de darse la vuelta y comprobar varias veces donde estaban, recordaron que ese pasillo tenía una puerta secreta que no se veía a simple vista, por eso no coincidía con el mapa. Aliviados, siguieron por la puerta secreta. Llegaron a las celdas del otro día, y miraron a través de la puerta en la última que les quedaba por ver, pero estaba vacía. Mientras tanto, se seguían escuchando los desgarradores gritos de alguien siendo torturado "NOOO; LOS HUEVOS NOOOO!!!". El grupo siguió adentrándose en la mazmorra y se encontró con sendas puertas a ambos lados del pasillo por el que iban. Abrieron una, ¡y unos monstruosos y enormes seres verdes y peludos con los ojos inyectados en sangre se lanzaron al ataque con sus luceros del alba!. Los Errantes ya conocían a estos monstruos de la casa del foso, y tras intercambiar un par de golpes, Daralhar los durmió a todos con un par de conjuros de dormir.
Acordaron atar a los monstruos y no hacerles daño, aunque cuando no miraban el elfo estranguló a uno de ellos "atándole el cuello un poco mas fuerte".
Se pusieron a examinar la habitación. Les daba la impresión de que aquella habitación tenía que tener alguna otra salida por la arquitectura del lugar y por algunos sonidos, pero por más que buscaban no encontraban nada, aparte de la mesa, un banco pegado a la pared, un barril con agua, y algunos objetos más sin importancia. Mientras buscaban todo esto, escucharon unos pesados andares y callaron todos de pronto apagando las antorchas. Afuera se escuchaba una pesada respiración, y unas pisadas irregulares retumbaban en el pasillo.
Marven se ofreció voluntario para salir. Se puso una túnica marrón de las que habían encontrado, y salió al encuentro de lo que resulto ser un obeso ogro. Este andaba en cueros con un delantal y una maza enorme. Se presentó como cocinero, y parecía bastante hambriento. Estaba un poco confundido por la presencia de Marven, y aunque en principio no cuestionó su presencia, sus crecientes preguntas empezaron a abrir su apetito. Pero justo en el momento que le indicaba que cierto pasillo llevaba a un sitio peligroso, el resto de los Errantes salió al ataque y empezaron a librar combate con el monstruo. El pobre ogro solo quería comer, pero luchó hasta la muerte.
Los Errantes entonces pasaron a explorar la zona que el ogro no había indicado como peligrosa. Tras dar muchas vueltas por los pasadizos y hacerse mucho lío con marcas de tiza y bifurcaciones, abrieron una puerta y dieron a parar de bruces con un destacamento de guardias allí apostados. Inmediatamente se vieron superados en numero, así que salieron huyendo, pero estos empezaron a dar la voz de alarma a la vez que corrían en su persecución.
Los pasillos resonaban con las botas de los multiples soldados que corrían frenéticamente buscando a los intrusos, pero de momento estos se encontraban ocultos. Se habían refugiado en la habitación de antes, y habían apagado todas las luces. Pero algunas voces se aproximaban, y entraron un par de guardias en la habitación; Marven, disfrazado, les salió al encuentro, diciendoles que allí no había nada, pero esto a los esbirros les pareció muy sospechoso y lo expresaron en voz alta; tanto por su túnica, como por el hecho de que la habitación estaba a oscuras. Al ir a examinar los oscuros recovecos con la antorcha y el hueco de detrás de la puerta, donde estaban metidos todos los Errantes, estos viendo que era imposible permanecer escondidos mas tiempo, saltaron al ataque. Estos a su vez, dieron la voz de alarma.
Empezó una batalla encarnizada contra los guardias del templo, que entraban a tropel en la habitación. Los estaban conteniendo bastante bien, y habían formado un cuello de botella importante en la puerta, cuando de pronto... ¡una puerta secreta se abrió en el lado opuesto de la habitación, con una decena de soldados pugnando por entrar!
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