Resumen sesión 16/01/2010 por Daralhar
Aún estaban Los Errantes mapeando la zona cuando una figura surgió de la oscuridad. Al iluminarle la cara, el jovial rostro de Traspié se dibujó en ella, con su típica sonrisa de “¡Je!, ¿a que no me habéis visto llegar?”, lo cual era cierto.
La aparición de Traspié les vino al pelo para abrir la puerta de roble que había frente a la leñera. El enorme candado no fue rival para Traspié, que en un minuto ya jugueteaba con él en la mano mientras Los Errantes atisbaban por una rendija abierta en la puerta. No parecía haber nadie dentro. Entraron y la habitación resultó ser una armería, con toda suerte de equipo para aventureros. Dentro encontraron armaduras de buena manufactura, armas, mochilas, linternas de ojo de buey… e incluso ocho viales de agua con el sello de San Cuthbert que Duncan tomó por agua bendita sin hacer demasiadas comprobaciones.
Tras eso, se dirigieron al guardarropa para que Traspié hiciera lo propio con la puerta de la mirilla. Duncan entró primero, y al entrar alguien le disparó un virote y después cerró la mirilla. Por suerte el disparo falló. Duncan tapó la mirilla con su escudo para que Traspié hiciera su trabajo pero ¡Oh, sorpresa!, la puerta no tenía cerradura ni pomo, así que debían abrirla y cerrarla desde el otro lado. Además el guardarropa había sido vuelto a ordenar, colocando los muebles donde estaban, y la ropa que quedaba había sido retirada del lugar.
Llegados a este punto, los aventureros estaban bastante cansados, así que decidieron volver para descansar, arramblando con todas las armaduras que pudieron transportar.
Subieron hasta el primer nivel de la mazmorra, y mandaron a Traspié en avanzadilla para intentar sorprender a los esquivos operarios que hacían obras en aquel nivel. Con sus habilidades, la oscuridad y la capa élfica, sería del todo indetectable… por desgracia el ladrón no veía nada en la oscuridad y tuvo que alumbrarse con algo. La “X” en el suelo seguía donde estaba, así que siguieron adelante, hasta el pasillo donde parecían estar abriendo una puerta nueva. Esta vez Traspié se adelantó a tientas. Al fondo del pasillo vio tres luces, una verde, otra azul y otra blanca, pero en cuanto salió al pasillo se apagaron. El ladrón avanzó algo más a tientas y abrió su linterna de ojo de buey, de la que surgió un potente haz de luz que iluminó todo el pasillo. No había nadie, así que volvió con el grupo.
Al subir hasta la catedral del mal, vieron que ya estaba amaneciendo, así que Duncan sugirió esperar emboscados a la carreta de reclutas. Se dispusieron cerca de la entrada, pero después de esperar un par de horas, ésta no apareció, así que se largaron rumbo al campamento, donde encontraron a Sun Tzu y Lajoar meditando y haciendo labores domésticas. Al fin pudieron descansar adecuadamente en lo más parecido a un hogar que tenían, y luego de eso Duncan pudo realizar el ritual que libró a Assiul de la jarra maldita. Tras advertir a todo el grupo del peligro de esta jarra, sin tocarla más que con la punta de la pluma, Daralhar escribió sobre ella “Jarra de innumerables bendiciones. No tocar”, con una torva sonrisa. Nunca se sabe cuándo va a hacer falta una jarra maldita.
Tras semejante episodio, volvieron al templo Assiul, Traspié, Gürnyr, Duncan y Daralhar. Bajaron al primer nivel y comprobaron que las obras avanzaban. Duncan colocó una trampa de glifo mágico en la puerta a medio excavar, riendo siniestramente al imaginar los resultados. El glifo soltaría una descarga eléctrica si no se pronuncia la palabra “Ikroneus” al acercarse (y había que pronunciarlo con tono solemne y torciendo mucho la boca). Al pasar por la zona de la “X” en el suelo vieron que estaban excavando una especie de foso. Quizá una trampa, como habían pensado.
Bajaron al segundo nivel y exploraron el camino a la derecha de las escaleras. Este pasillo hacía un recodo un poco más adelante y llevaba a un gran salón lleno de huesos por el suelo, con una pequeña depresión en el centro que en otro tiempo fue un estanque con una fuente. Sobre él, había un trono con la estatua de un minotauro. Para iluminar un poco la estancia, Traspié se adentró para prender una antorcha de las que había por las paredes, pero mientras realizaba la operación, la estatua cobró vida y saltó hacia delante lanzándose a toda prisa contra el ladrón para cornearlo. De hecho, aquello no era una estatua, sino un minotauro real con una gruesa capa de polvo encima.
Traspié logró esquivar la embestida por un pelo, y se replegó con sus compañeros, que a la entrada del túnel ya esperaban al bicho en formación de combate. La criatura fue recibida a espadazos, mazazos, hachazos, y una nube de puños aporreantes que lo dejaron listo en menos de un minuto. Apenas hincó la rodilla en el suelo herido de muerte, se le echaron todos encima como hienas. Desde atrás Daralhar gritaba algo sobre interrogarlo mientras el resto de compañeros lo decapitaba, descuartizaba y trinchaba como un pavo, pasando a continuación a despojarlo de lo poco que llevaba: una armadura de cuero vieja. Vaya panda…
Tras semejante ejemplo de violencia gratuita, Duncan se retiró a descansar a la vicaría que en otro tiempo les sirvió de refugio, y el resto pasaron a registrar la habitación mientras Gurnyr le arrancaba los cuernos al bicho para después ponerlos en su casco.
No hallaron puertas secretas, ni nada de valor entre los huesos, pero Assiul descubrió debajo del trono de piedra una bolsita que, tras examinar con mucho cuidado y cogerla con más cuidado aún, resultó tener gemas (dos tipos de ágatas) y un pergamino escrito en común. Daralhar le echó un vistazo en busca de runas explosivas o algún tipo de protección y no encontró nada. Aun así, a sabiendas de lo recelosos que son los magos para proteger sus cosas, prefirió no leerlo. Traspié, más impulsivo, no pudo resistir la tentación. Resultó ser un pergamino de protección contra elementales. Quizá sería útil más adelante.
El salón tenía otra salida que daba a un pasillo, del que venía un olor a podrido. Comenzaron a avanzar, con Traspié algo por delante examinando el pasillo. Éste era muy largo, y a cierta altura de él encontraron en el suelo un gato muerto. Presumiblemente la fuente de dicho olor. A petición del numeroso público, Daralhar tuvo que reflejar la ubicación del gato muerto en el mapa, y mientras lo hacía a regañadientes poco sospechaba que la fenecida criatura se transformaría en todo un hito, testigo de heroicas gestas y punto de referencia para Los Errantes que, como marineros al ver la luz de un faro, se sentirían reconfortados con la seguridad de hallarse en el camino correcto cada vez que vieran al difunto felino. Y todo por un puto gato muerto. Así que, si has leído hasta aquí, párate y medita unos segundos sobre la importancia de este hecho.
Tras recorrer unos 170 pies, el pasillo terminaba y tenía una puerta a su izquierda. Quien sabe lo que habría tras ella…
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