Resumen sesión 14/11/2009 por Daralhar
Mientras dilucidaban qué hacer con la puerta con trampa, apareció Traspié, que los estaba siguiendo, y viendo que no podían hacer nada por la puerta de la derecha, los Errantes deciden errar por el pasillo de la izquierda. Traspié se adelantó encapuchado con la capa de ocultación y vio que más adelante en el pasillo había una puerta a la derecha, y luego el pasillo desembocaba en otro pasillo más ancho iluminado por braseros, con losas triangulares incrustadas entre la solería del suelo apuntando en una dirección. A la derecha el pasillo ancho se perdía en la oscuridad, y a la izquierda se extendía hasta torcer en 45 grados hacia la derecha. Volvió y contó lo que había visto. Teóricamente, según el mapa, ese gran pasillo debía estar ahí, pero algo más adelante, y debía torcer hacia la izquierda, por lo que podía ser otro pasillo. Más interrogantes cartográficos…
Los Errantes entraron por la puerta que había antes del pasillo ancho. Al poco de entrar se bifurcaba hacia la derecha y hacia delante. Tiraron por la derecha y llegaron a una pequeña sala triangular con un ojo en el techo que, por su limpieza, parecía estar en uso. Debía ser punto de reunión para los malignos habitantes de esas catacumbas. Registraron la habitación buscando puertas secretas, escondrijos y demás. También quisieron ver si había alguna cavidad tras el ojo del techo, pero estaba demasiado alto y no sabían si Traspié podría trepar ese techo abovedado. Tras una larga disquisición geométrica, Traspié decidió que aquello no había quien lo subiera a pelo y punto. Tras el registro, Duncan quiso vandalizar toda la habitación, pero Daralhar lo refrenó para no poner aún más en alerta a las fuerzas del templo.
Salieron de nuevo a la bifurcación y tiraron por el otro camino, llegando a lo que fue un laboratorio de alquimia, hoy destrozado. Repitieron la operación de registro, pero sin encontrar ninguna puerta secreta tampoco. Lo que sí encontraron fue algunos componentes alquímicos aún intactos de difícil catalogación, pero varios se rompieron al encontrarlos.
Una vez acabado el registro/saqueo del laboratorio ya de por sí saqueado, salieron al pasillo de nuevo y torcieron hacia el otro pasillo ancho. En él tiraron al Sur y se metieron por un pasillo más pequeño que salía hacia el Este. Tras un recodo encontraron dos puertas chamuscadas que conducían a una biblioteca quemada hace años. Casi nada de allí parecía aprovechable. Aun así, lo registraron bien todo en busca de algún libro útil, pero sólo aparecieron libros inmorales y malignos sin utilidad alguna, aunque Anseas los encontró muy interesantes. En el último de ellos había un trozo de hoja que parecía hacer alusión a “una prueba de la tierra que aguarda a los imbéciles” o algo así, con un extraño anagrama pintado sobre un triángulo invertido.
Decepcionados (sobre todo Daralhar), salieron al pasillo de nuevo y avanzaron hasta topar con un muro que en realidad era una puerta secreta accionada por mecanismo. Al otro lado, en el falso muro había una mancha de algo que parecía aceitoso y de olor salado, pero no supieron decir qué era. Siguieron avanzando por el pasillo en dirección Sur y llegaron a una parte conocida del mapa, que una vez más cuadraba bastante bien.
Al salir del templo ya era noche cerrada. Se encaminaron hacia el campamento, pero por alguna razón, no lo encontraron. Tras buscar un poco más resultó obvio que estaban perdidos en el bosque. Intentaron orientarse sin éxito, así que Duncan se puso a llamar a voces a los del campamento, pero lo único que consiguió atraer fue a un enorme oso lechuza que apareció de entre la maleza y trató de comerse a Daralhar. Por suerte Gürnyr el mata-dragones lo despachó de un solo golpe, con el que le amputó una pata y el bicho murió del shock, quedándose todo en un susto (sobre todo para Daralhar).
Viendo que no había forma de encontrar el camino, Assiul se puso a rastrear, mientras el resto le esperaba alrededor de una hoguera. Pareció encontrar un rastro y lo siguió hasta que llegó al campamento y encontró a todo el personal dormido. Tras echarles una buena bronca por no poner guardias, volvió a por el grupo para guiarles de vuelta, pero mientras los guiaba, se perdieron de nuevo. Debía haber algún gafe en el grupo. Anduvieron de nuevo perdidos hasta que se plantaron e hicieron noche allí mismo. Cuando amaneció (es decir, media hora después), Duncan lanzó un hechizo de “Festín de San Cuthbert” para crear comida para desayunar. La comida creada para el festín era una especie de papilla insípida de bastante mal aspecto que se creó amontonada sobre el suelo. El día no empezaba bien… pero empeoró: tras el desayuno con San Cuthbert, se pasaron todo el puñetero día dando vueltas por el bosque como gilipollas hasta que al anochecer encontraron lo que parecía ser el camino viejo que atravesaba el bosque. Ahora ¿izquierda o derecha? Tiraron hacia lo que pensaban que era el Norte y se les empezó a hacer de noche. Daralhar lanzó un “Levitar” sobre Assiul para ver si conseguía ver algo, pero resultó que ese hechizo apenas permite coger altura. Ya podía tachar otro hechizo de su lista de hechizos útiles para supuestos magos de batalla.
Se les había hecho de noche cuando divisaron una pequeña hoguera apartada del camino. Pensaron en acercarse sigilosamente, pero Anseas decidió correr por la oscuridad hacia la hoguera con la alabarda en ristre, de forma que conforme se aproximaba, el fuego pareció apagarse y ya no tuvo nada hacia lo que correr, así que convencieron a Anseas de que mejor se acercara sigilosamente Assiul a investigar. En la oscuridad infravisionada, Assiul no vio a nadie, pero alguien estuvo a punto de rebanarle la nuez con un cuchillo de bonita manufactura élfica. Al parecer se trataba de una patrulla de elfos silvanos, conocidos de Assiul, que lejos de recibirle amablemente, más bien tenían modales de grels. Accedieron de mala gana a mostrarle el camino siempre que Assiul no delatara su presencia al resto del grupo, así que Assiul pudo guiarles en la dirección correcta. En el último tramo, en plena oscuridad, los elfos susurraron a Assiul las últimas indicaciones y fue entonces cuando Daralhar pudo ver la naturaleza de sus benefactores. Se alegró inocentemente de tener a hermanos altos elfos merodeando cerca, poco conocedor del asco que éstos habían expresado hacia todo el grupo.
Al fin llegaron al campamento, donde el panorama era desolador: los tres trabajadores habían muerto y Lajoar y Sun Tzu se defendían como podían contra dos osos lechuza que estaban entre atacando y mordisqueando el cadáver de la mujer muerta que dejó allí Duncan para resucitar. Al ver al nutrido grupo, salieron huyendo (con trozos del cadáver de la mujer en la boca). Daralhar trató de dormir a uno, pero no se vio afectado. Al repasar el hechizo, comprendió que había confiado demasiado en un hechizo pensado para criaturas bastante más patéticas de lo que creía. Decididamente, el elfo tenía un mal día.
Enterraron a los trabajadores fuera del campamento y tras curar a Lajoar y Sun Tzu, durmieron montando guardia. Por la noche, los osos volvieron y escarbaron en las tumbas de los trabajadores para llevarse los cadáveres. Mal fin para el ingeniero y sus ayudantes. El resto de la noche al menos fue tranquila.
A la mañana siguiente cundía el desánimo: habían perdido día y medio en el maldito bosque, Duncan no había podido resucitar a la mujer, Daralhar seguía tratando de asumir que sus hechizos eran aún peores de lo que pensaba… y encima había que volver al maldito templo. El buen humor del cretino de Gürnyr, que ya estaba levantado haciendo calentamientos, hacía la situación aún más odiosa.
Asco de profesión…
Mientras dilucidaban qué hacer con la puerta con trampa, apareció Traspié, que los estaba siguiendo, y viendo que no podían hacer nada por la puerta de la derecha, los Errantes deciden errar por el pasillo de la izquierda. Traspié se adelantó encapuchado con la capa de ocultación y vio que más adelante en el pasillo había una puerta a la derecha, y luego el pasillo desembocaba en otro pasillo más ancho iluminado por braseros, con losas triangulares incrustadas entre la solería del suelo apuntando en una dirección. A la derecha el pasillo ancho se perdía en la oscuridad, y a la izquierda se extendía hasta torcer en 45 grados hacia la derecha. Volvió y contó lo que había visto. Teóricamente, según el mapa, ese gran pasillo debía estar ahí, pero algo más adelante, y debía torcer hacia la izquierda, por lo que podía ser otro pasillo. Más interrogantes cartográficos…
Los Errantes entraron por la puerta que había antes del pasillo ancho. Al poco de entrar se bifurcaba hacia la derecha y hacia delante. Tiraron por la derecha y llegaron a una pequeña sala triangular con un ojo en el techo que, por su limpieza, parecía estar en uso. Debía ser punto de reunión para los malignos habitantes de esas catacumbas. Registraron la habitación buscando puertas secretas, escondrijos y demás. También quisieron ver si había alguna cavidad tras el ojo del techo, pero estaba demasiado alto y no sabían si Traspié podría trepar ese techo abovedado. Tras una larga disquisición geométrica, Traspié decidió que aquello no había quien lo subiera a pelo y punto. Tras el registro, Duncan quiso vandalizar toda la habitación, pero Daralhar lo refrenó para no poner aún más en alerta a las fuerzas del templo.
Salieron de nuevo a la bifurcación y tiraron por el otro camino, llegando a lo que fue un laboratorio de alquimia, hoy destrozado. Repitieron la operación de registro, pero sin encontrar ninguna puerta secreta tampoco. Lo que sí encontraron fue algunos componentes alquímicos aún intactos de difícil catalogación, pero varios se rompieron al encontrarlos.
Una vez acabado el registro/saqueo del laboratorio ya de por sí saqueado, salieron al pasillo de nuevo y torcieron hacia el otro pasillo ancho. En él tiraron al Sur y se metieron por un pasillo más pequeño que salía hacia el Este. Tras un recodo encontraron dos puertas chamuscadas que conducían a una biblioteca quemada hace años. Casi nada de allí parecía aprovechable. Aun así, lo registraron bien todo en busca de algún libro útil, pero sólo aparecieron libros inmorales y malignos sin utilidad alguna, aunque Anseas los encontró muy interesantes. En el último de ellos había un trozo de hoja que parecía hacer alusión a “una prueba de la tierra que aguarda a los imbéciles” o algo así, con un extraño anagrama pintado sobre un triángulo invertido.
Decepcionados (sobre todo Daralhar), salieron al pasillo de nuevo y avanzaron hasta topar con un muro que en realidad era una puerta secreta accionada por mecanismo. Al otro lado, en el falso muro había una mancha de algo que parecía aceitoso y de olor salado, pero no supieron decir qué era. Siguieron avanzando por el pasillo en dirección Sur y llegaron a una parte conocida del mapa, que una vez más cuadraba bastante bien.
Al salir del templo ya era noche cerrada. Se encaminaron hacia el campamento, pero por alguna razón, no lo encontraron. Tras buscar un poco más resultó obvio que estaban perdidos en el bosque. Intentaron orientarse sin éxito, así que Duncan se puso a llamar a voces a los del campamento, pero lo único que consiguió atraer fue a un enorme oso lechuza que apareció de entre la maleza y trató de comerse a Daralhar. Por suerte Gürnyr el mata-dragones lo despachó de un solo golpe, con el que le amputó una pata y el bicho murió del shock, quedándose todo en un susto (sobre todo para Daralhar).
Viendo que no había forma de encontrar el camino, Assiul se puso a rastrear, mientras el resto le esperaba alrededor de una hoguera. Pareció encontrar un rastro y lo siguió hasta que llegó al campamento y encontró a todo el personal dormido. Tras echarles una buena bronca por no poner guardias, volvió a por el grupo para guiarles de vuelta, pero mientras los guiaba, se perdieron de nuevo. Debía haber algún gafe en el grupo. Anduvieron de nuevo perdidos hasta que se plantaron e hicieron noche allí mismo. Cuando amaneció (es decir, media hora después), Duncan lanzó un hechizo de “Festín de San Cuthbert” para crear comida para desayunar. La comida creada para el festín era una especie de papilla insípida de bastante mal aspecto que se creó amontonada sobre el suelo. El día no empezaba bien… pero empeoró: tras el desayuno con San Cuthbert, se pasaron todo el puñetero día dando vueltas por el bosque como gilipollas hasta que al anochecer encontraron lo que parecía ser el camino viejo que atravesaba el bosque. Ahora ¿izquierda o derecha? Tiraron hacia lo que pensaban que era el Norte y se les empezó a hacer de noche. Daralhar lanzó un “Levitar” sobre Assiul para ver si conseguía ver algo, pero resultó que ese hechizo apenas permite coger altura. Ya podía tachar otro hechizo de su lista de hechizos útiles para supuestos magos de batalla.
Se les había hecho de noche cuando divisaron una pequeña hoguera apartada del camino. Pensaron en acercarse sigilosamente, pero Anseas decidió correr por la oscuridad hacia la hoguera con la alabarda en ristre, de forma que conforme se aproximaba, el fuego pareció apagarse y ya no tuvo nada hacia lo que correr, así que convencieron a Anseas de que mejor se acercara sigilosamente Assiul a investigar. En la oscuridad infravisionada, Assiul no vio a nadie, pero alguien estuvo a punto de rebanarle la nuez con un cuchillo de bonita manufactura élfica. Al parecer se trataba de una patrulla de elfos silvanos, conocidos de Assiul, que lejos de recibirle amablemente, más bien tenían modales de grels. Accedieron de mala gana a mostrarle el camino siempre que Assiul no delatara su presencia al resto del grupo, así que Assiul pudo guiarles en la dirección correcta. En el último tramo, en plena oscuridad, los elfos susurraron a Assiul las últimas indicaciones y fue entonces cuando Daralhar pudo ver la naturaleza de sus benefactores. Se alegró inocentemente de tener a hermanos altos elfos merodeando cerca, poco conocedor del asco que éstos habían expresado hacia todo el grupo.
Al fin llegaron al campamento, donde el panorama era desolador: los tres trabajadores habían muerto y Lajoar y Sun Tzu se defendían como podían contra dos osos lechuza que estaban entre atacando y mordisqueando el cadáver de la mujer muerta que dejó allí Duncan para resucitar. Al ver al nutrido grupo, salieron huyendo (con trozos del cadáver de la mujer en la boca). Daralhar trató de dormir a uno, pero no se vio afectado. Al repasar el hechizo, comprendió que había confiado demasiado en un hechizo pensado para criaturas bastante más patéticas de lo que creía. Decididamente, el elfo tenía un mal día.
Enterraron a los trabajadores fuera del campamento y tras curar a Lajoar y Sun Tzu, durmieron montando guardia. Por la noche, los osos volvieron y escarbaron en las tumbas de los trabajadores para llevarse los cadáveres. Mal fin para el ingeniero y sus ayudantes. El resto de la noche al menos fue tranquila.
A la mañana siguiente cundía el desánimo: habían perdido día y medio en el maldito bosque, Duncan no había podido resucitar a la mujer, Daralhar seguía tratando de asumir que sus hechizos eran aún peores de lo que pensaba… y encima había que volver al maldito templo. El buen humor del cretino de Gürnyr, que ya estaba levantado haciendo calentamientos, hacía la situación aún más odiosa.
Asco de profesión…
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