El Templo del Mal Elemental

Este es el blog oficial de la partida de HackMaster de las Sirenas, auspiciados por la asociación de rol El Dirigible, en Sevilla. Dirigida por Carlos Burón, en esta dura campaña de Gary Gigax los jugadores, conocidos como Los Errantes, sudan sangre y fichas de personaje enfrentándose a las fuerzas del Templo del Mal Elemental. Aquí podrás encontrar resúmenes, informaciónes varias, y (espero) material que aporten los jugadores. ¡A leer!

domingo, 30 de noviembre de 2008

¡Cerebros!

Resúmen 29/11/2008

Una vez de vuelta en Hommlet, los Errantes se dispersaron a realizar varias tribulaciones. Almeth vendió el equipo de los bandidos a Rannos, Awaie se fué a buscar comida, Gorgomol fué al curtidor a reparar su armadura, y Duncan habló con el herrero y éste le vendió un pequeño escudo de hebilla, ya que el Monaguillo no tenía para uno mayor. También quedó con el en pasarle un mantenimiento rutinario al equipo del grupo, que ya empezaba a mostrar signos de desgaste. Ya reunidos, los aventureros se reencontraron con Liliah la Aprendiz, que hacía tiempo que no hacía acto de presencia.

Estaban "admirando" las encorvadas y panzudas yeguas y los perros sarnosos que Rannos y Gremor tenían a la venta frente al Centro de Comercio, cuando aparecieron dos semielfos de aspecto extraño. Uno, con buena presencia pero con unos aires de personajillo cutre de los bajos fondos, y otro enorme y musculoso, pero con una pata de palo y feucho. Se presentaron como Seravik y Llagular, dos compañeros que venían de Verbobonc en busca de aventuras y que habían oído hablar de los Errantes. Hablaron un poco de sus habilidades (mientras Gremor les interrumpía intentando vender sus animales), y Duncan y Almeth les contaron las directrices generales del grupo y que objetivos tenían en mente así como la información que tenían de las fuerzas del Templo. Decidieron tenerlos un día de prueba, y por la noche harían el juramento.

Aelud había escrito en su testamento que quería que lo enterrasen en su isla, una isla de una orden de magos. Duncan no tenía ni idea de a que dios pertenecía el símbolo que llevaba, una estrella, así que tuvo que preguntarle al Hermano Calmert que le dijo que era Celestian el dios de los astros. Duncan también se informó del precio del envió(la isla estaba a unas 150 leguas), y que salía muchísimo más barato enviar solo las cenizas, así que dejaron el cadáver de Aelud en custodia del Hermano Calmert, para volver más tarde y cremarlo, ya que Almeth había ido a comprar aceite para quemar el cadáver pero salía demasiado caro; Rannos además le avisó de que Dother y Conomen no estaban en condiciones de ir a ninguna parte y se quedaban descansando.

Al fin, los Errantes se pusieron en marcha, y tras atravesar la ciénaga, se encontraron de nuevo en la casa del foso. Seravik se adelantó, inspeccionando las paredes, y el resto de aventureros le siguieron hasta el interior. Se internaron de nuevo en la cámara de pizarra, donde Almeth encendió el fuego para que Awaie, desde el exterior, viera por donde salía el humo; al parecer, se filtraba por los múltiples recovecos de los escombros del piso superior, tiznándolos. Mientras tanto, Seravik dió un rodeo al foso, buscando entradas secretas, ya que sospechaban que la cámara negra tenía alguna entrada oculta. Efectivamente, con su aguda vista élfica, el Aprendiz encontró unos montones de roca sumergidos que estaban lo bastante elevados como para cruzar el foso a pie, y que daban a parar a un pequeño túnel, al final de cual al retirar algunos escombros se llegaba a la cámara. Una vez resuelto el misterio, se adentraron en el subterráneo.

Tras bajar un tramo bastante largo de antiguas y horadadas escaleras de piedra, el grupo se encontró en una estancia rectangular de adoquines de piedra, con una pared llena de escombros hasta arriba a la derecha, un par de pilares sosteniendo el techo a los lados de la escalera, y un pasillo a la derecha. Seravik se adentraba sigilosamente en ese pasillo para explorar, cuando oyó el ruido de unos pies arrastrarse. La siguiente cámara estaba completamente a oscuras, aunque por suerte Seravik podía ver en la oscuridad, y tenía forma alargada, sostenida por tres columnas. A la derecha se abrían pequeños pórticos ornamentados con mármol blanco, que daban a pequeños habitáculos cuyo interior estaba lleno de escombros y losas de mármol rotas. Al llegar a la mitad de la estancia aproximadamente, Seravik se fijó en un oscuro umbral que se abría a su izquierda, y se metió dentro. Al otro lado había una siniestra cámara de tortura, abandonada hace ya mucho tiempo como atestiguaba la capa de polvo de dos dedos de grosor y las telarañas que colgaban del techo; montones de instrumentos y artilugios de tortura oxidados sostenían los esqueletos de los pobres infelices que habían ido a parar allí, pero aparte de eso, y un par de columnas de piedra, no había nada.

Seravik volvió con el grupo, y ya armados de valor, y de antorchas, se internaron através del pasillo, mirando siempre de reojo las celdas de los laterales. Al llegar a la mitad de la cámara, todos pudieron escuchar con claridad el sonido de los pies arrastrándose. Detrás de la última columna aparecieron dos figuras humanas, que se aproximaban tambaleándose; a medida que se acercaban a la luz de las antorchas, se fue viendo que tenían las ropas andrajosas y ennegrecidas, la piel hecha tiras, y la carne pútrida. Los zombies se acercaron gimiendo, atraidos por la carne humana.

Duncan reaccionó rápidamente, levantó su símbolo sagrado, y por el poder de St. Cuthberth, hizo retroceder acobardadas a las viles criaturas. Detrás del grupo, sonaron más gemidos, y más zombies que no habían visto pero que se aproximaban a ellos por la espalda retrocedieron. Los arqueros, Liliah y Awaie, empezaron a disparar contra los de la retaguardia, mientras todos los demás se lanzaron a por los otros dos, persiguiendolos a medida que huían hacia el fondo de la cámara. Llagular se estrenó con un lentísimo golpe de arpón que fué a dar en el suelo doblandosele la punta. Empezaron a surgir más zombies de las celdas de los laterales, hasta que un par de ellos aparecieron justo al lado de los arqueros, y se lanzaron sobre ellos para devorarlos. Uno le arrancó medio cuello a Liliah, dejándola insconciente, mientras otro le masticaba la pierna al hada duende, y más zombies se acumulaban en la retaguardia del grupo, mientras los guerreros se apiñaban al fondo de la sala abusando de los dos zombies que habían huído. Duncan intentaba exorcisar a los no muertos, pero cuando conseguia echar a unos cuantos, ya habían vuelto otros. De pronto, se empezó a escuchar una voz de ultratumba que gritaba "CEREBROS" "CEREBROSSSS".
Almeth retrocedió, matando a varios zombies a golpe de espada, y Seravik se acercó a Awaie, arrancándolo de las fauces de los zombies y deteniendo su hemorragia. Un zombie seguía mordiendo a Liliah en el suelo, cuando de pronto, de una celda enmedio de las líneas de los Errantes, apareció un corpulento no muerto de dos metros de alto y uno de ancho, babeando sangre al son de "CEREBROSSSSS". Llagular y Gorgomol se lanzaron sobre el, pero sus armas parecían no hacerle daño alguno. Seravik se acercó para ayudar a Liliah, pero no pudo detener su hemorragia, aunque se pudo apropiar de su arco y atrajo sobre si la atención del zombie, esquivándolo con una agilidad asombrosa; pero en cuanto se alejo para ayudar con el devoracerebros, el zombie volvió a centrarse en su presa, le arrancó la cabeza y le sorbió los sesos. Mientras tanto, comecerebros se lanzó sobre la cabeza de Llagular, mordiéndola para obtener su blanda cena. Por desgracia para el zombie, el guerrero llevaba un bacinete, y no pudo hacer más que abollarlo. Estaba en muy mal estado después del mordisco, pero Llagular esquivó los demás, que habrían sido letales. Entre tanto, Gorgomol tuvo una idea excelente; si no podían dañarlo, al menos podían tullirlo. Le rebanó el cuello de un espadazo, pero la criatura se arrancó la cabeza con las dos manos y la acercaba para morder. Llagular atestó el golpe de gracia atravesándo los brazos del no muerto, que se derrumbó al instante.
En la retaguardia, Almeth había dado descanso enterno a los demas zombies, excepto a unos pocos, que Duncan acobardó gracias a St. Cuthberth; los demás les dieron caza y los descuartizaron.



Ya pasado el combate y tras recobrar el aliento, los aventureros registraron a los zombies y sus nichos. Almeth encontró una piedra preciosa de forma ovalada y color verde oliva, y Llagular guardó la cabeza del zombie comecerebros en un saco. El grupo investigó también la cámara de tortura, y Gorgomol dió por casualidad con un rastro de gotitas de sangre fresca en el suelo, que acababa abruptamente frente a una columna. Seravik examinó la columna, encontrando un adoquin sospechoso; tiro de el, intentó girarlo, pero no hacía nada. Al final, a petición de los demás, lo empujó. El adoquín se metió solo, como activado por un mecanismo, y vibrando, se abrió una abertura cuadrada en la pared de la columna. El pilar resultaba estar hueco, y unos barrotes en la pared a modo de escala ayudaban a descender los 10 pies de caida. Los Errantes decidieron no bajar todavía, recogieron a Awaie y a la difunta Liliah, y se volvieron a Hommlet.

Una vez en el pueblo una vez caida la noche, Duncan fué a hablar con el herrero y repararon algunas piezas de equipo. Tenían en mente que al día siguiente había que ir a cremar el cadaver de Aelud, pero Almeth se pasó por el templo para algo, y se encontró allí al hermano Calmert medio dormido junto al fuego, que les estaba esperando porque la cremación era esa noche. Almeth llamó a los demás, y trajo también a la pobre hada duende, que estaba ya consciente pero sufriendo. El hermano Calmert se negó en redondo a curarle, y el propio Awaie dijo que quería que lo curase el druida Bastongrís, así que Seravik cargó con su compañero, y se lo llevó a la arboleda. En la oscuridad, se escuchaba el sonido de los buhos y no había una sola luz en el bosquecillo; Seravik avanzó por el caminito que llevaba al monolito, cuando de pronto se escucho una bestia resoplar. Un gran oso pardo se acercaba al trote. Seravik dejó a Awaie, que todavía estaba consciente, en la base de un arbol. El hada se hizo invisible, pero el semielfo tuvo que trepar al árbol, y el oso se puso a dos patas a zarandearlo a ver si caia cual fruta madura. Seravik se puso a llamar a gritos al druida, que salío al fin refunfuñando de su cabaña. Le hizo una carantoña al oso, que se volvió a la espesura, y despachó a Seravik, que no le gustaba nada, quedándose con el hada para cuidarla. Bromeó un poco con ella, y la tumbó en el interior de su cabaña para curarla.
Mientras tanto, los demás Errantes se disponian a quemar a un par de sus compañeros...

3 comentarios:

Lim-Dul dijo...

Joer, me perdí una buena sesión. Con la poca agilidad de los zombis, el conjuro de grasa quizá habría sido muy útil... aunque si la salvación depende exclusivamente de la "resistencia a conjuros" del bicho, entonces quizá sería al contrario.

Por lo demás, habeis explorado medio dungeon, y os recuerdo que hay otras escaleras por explorar (la de la gelatina come-exploradores).

Espero que en la próxima sesión os demoreis unos minutillos para que pueda cartografiar lo que llevamos del dungeon.

Lim-Dul dijo...

Nota mental: los escombros que hay en la primera habitación del dungeon hay que registrarlos. Eso sí: especificando que se hace con cautela y previa observación detenida por si hay peligro de derrumbe.

Carlos dijo...

Cuidao, no vaya a ser que despiertes a otro zombie xD