El Templo del Mal Elemental

Este es el blog oficial de la partida de HackMaster de las Sirenas, auspiciados por la asociación de rol El Dirigible, en Sevilla. Dirigida por Carlos Burón, en esta dura campaña de Gary Gigax los jugadores, conocidos como Los Errantes, sudan sangre y fichas de personaje enfrentándose a las fuerzas del Templo del Mal Elemental. Aquí podrás encontrar resúmenes, informaciónes varias, y (espero) material que aporten los jugadores. ¡A leer!

sábado, 2 de mayo de 2009

La Catedral del Mal

Resúmen 01/05/2009

Mientras que los Errantes más valientes habían estado explorando los alrededores del templo, el resto, a paso más lento por el carromato y demás, acabó llegando a Nulb. Se hospedaron en la posada de la Ribera, y lograron dar con el resto de sus compañeros que habían dormido en una casa en ruinas.
Después de efectuar algunas reparaciones, Eber, Awaie, Duncan, Almeth, Darien, Zoa, Merya y Llagular acordaron sin más dilación retomar la senda norteña que se acercaba a la fuente de la maldad. Tras medio día de viaje sin contratiempos, se encontraron frente a los tenebrosos muros envueltos en niebla y misterio. Al parecer, el complejo había sido paulatinamente inundado por zarzas y demás malas hierbas que obstaculizaban el paso, salvo por un angosto pasaje justo frente a la puerta (¿quien o qué pudo haber abierto la maleza, con qué propósito y cuando?).
Los Errantes se acobardaron al ver tanta zarza junta, y empezaron a deliberar que hacer, sin que nadie se atreviese a poner un pie dentro. Al final, Duncan se atrevió a acercarse, y aunque todos esperaban que las zarzas se moviesen y lo atrapasen, no pasó nada. Aún así, insistieron en quemar la planta, pero Eber, protector de la naturaleza como era, se negó en redondó y apagó la antorcha que lanzaron para que ardiese.
Después de mucho divagar, reunieron valor suficiente para adentrarse, dejando la carreta y la mula fuera porque no cabía apenas por el pasaje. La niebla seguía siendo igual o más espesa, y una sensación de terror y maldad inundaba el ambiente. El sendero se bifurcaba entre los espinos, y los Errantes decidieron seguir recto.
De pronto, ante ellos se alzó la enorme mole de una catedral siniestra de proporciones gigantescas. Una perturbadora fachada, llena de rostros que parecían seguir al observador, adornaba la gargantuesca construcción de más de 50 pies de altura, con enormes portones de madera bronce al final de una escalinata. Parecía imitar una catedral sagrada, pero sus enormes y alargadas vidrieras representaban escenas pornograficas y violentas, y tras recorrer los alrededores del edificio era evidente que había sido construida con forma de cruz invertida.
Mientras varios de los errantes examinaban los alrededores, Merya se armó de coraje para trepar por una de las paredes y otear los alrededores. Pese a las nefastas predicciones de sus compañeros, ascendió hasta donde el entramado de gárgolas remataba la obra sin partirse el cuello ni nada. Desde allí, pudo observar que a no mucha distancia se divisaban un par de torres, una con varios grajos (de tamaño normal) en su cúpula, elevándose entre la niebla. El grupo se interesó también por los portones; un enorme portal de doble hoja de maderabronce, lleno de cadenas y cerrojos, con unas runas evidentemente mágicas que refulgían con un brillo plateado. Algún gañán dijo "meldo" pero la puerta no se abrió; de hecho, al tratar de aproximarse Duncan a examinar las runas, sintió una poderosa fuerza repulsora que le hizo cubrirse y darse la vuelta. La sola visión de las runas, a distancia ya incluso, se le hacia insoportable. no hablemos acercarse. Nadie más trato de aproximarse, aunque Darien intentó desde lejos rememorar si había visto algo similar en sus estudios arcanos, pero resultó que no.
Por suerte para los aventureros, a ambos lados de la puerta principal había un par de puertas pequeñas de maderabronce, con cerraduras simples. Merya se acercó y se percató de que conocía el funcionamiento de ese tipo de cerradura, por lo que abrió una de ellas sin problemas.
El interior del recinto estaba sumido en un extraño silencio sepulcral, sólo perturbado por el eco de las pisadas del grupo. La débil luz del exterior se filtraba através de las vidrieras de colores produciendo unos brillos antinaturales y nauseabundos en las baldosas de mármol que recubrían el suelo. Las paredes estaban pintadas con frescos ilustrando escenas de matanzas, violaciones y demás actos viles. El grupo avanzó entre las enormes columnas de marmol entreveradas de tal color que hacían recordar a gusanos, pasando por un par de amplios ensanches con bajorelieves de más escenas de villanías, seguramente lugares de congregación para la más baja escoria de entre los seguidores del Templo.
En el centro de el ominoso edificio se alzaba lo que debió ser hace tiempo un altar; un bloque de marmol blanco rosáceo de planta ovalada, con una cavidad del tamaño y forma de un hombre adulto, con los brazos y las piernas separados. Esta depresión estaba teñida de un color mas oscuro que el resto. Encima de este bloque había un cuchillo de cristal, con la hoja rota que los Errantes guardaron tras pensarlo unos instantes. Tras esta especie de altar, se encontraba un enorme pozo de veinte pies de diámetro, que descendía hasta profundidades insospechadas. El grupo se asomó con cuidado y alguién se percató de que un pequeño reborde, de apenas un pie de ancho, recorría descendiendo en caracol el pozo. Los Errantes debatieron largo rato cual podía ser la utilidad de semejante pozo y su reborde; acabaron concluyendo que debía ser una especie de mecanismo ascensor.
Durante todo este tiempo, Darien trató de poner en práctica sus conocimientos arcanos, pero no parecía encontrar nada que se ajustase a su campo de especialización. Y no sería la última vez. Mientras tanto, Almeth dibujaba un minúsculo mapa.
Había varios altares en los puntos cardenales. Uno en el ala este de la catedral, otro en la oeste, y otro más al norte.
El del Este, rodeado de gruesas columans verdes y rojas y baldosas color moho, contenía un par de estrados circulares concéntricos, y en su centro un estanque, repleto de un oscuro líquido, rodeado de trozos rotos, como cáscaras de un huevo desproporcionado, así como de un cuchillo de bronce. Merya se envalentonó, y, tras envolverse el brazo con una tela, lo sumergió en este negro líquido. Nada más sacar el brazo, la sustancia empezó a extenderse por tela, atravesándola y llegando a la carne, sintiendo la semielfa como el líquido la empapaba. Histérica, se quitó la tela y la sustancia lo más rápido posible. Los demás deicidieron coger un frasquito, y tras ver que al darle con una llama salía una especie de humillo, lo guardaron.
Un examen más exhaustivo determinó que se trataba simplemente de agua estancada.
El altar del oeste era una enorme piedra de granito parcialmente destrozada que descansaba sobre las losas rojas, rodeada de columnas de roca caliza. EL suelo estaba lleno de vasijas rotas y trozos de afiladas piedras. Restos de unas cadenas de bronce colgaban del pedrusco, y cerca había un basto de maderabronce. Lo recogieron, y sin darle mucha importancia investigaron más la zona.
Ambos altares tenían cerca pequeñas puertas que daban a sendas vicarías, destrozadas y quemadas a conciencia, pero que daban paso a unas siniestras y oscuras escaleras que descendían hacia una oscuridad impenetrable. Demasiado arriesgado para examinarlo con prisas, decidieron no bajar aún.
Al norte, tras varias verjas afiladas de colores extraños simulando las de una catedral, un enorme inciensario y un brasero formaban un enorme altar al fondo del templo, entre unas enormes escaleras de piedra que descendían y un sieniestro trono con calaveras elevado sobre una plataforma. Le echaron un vistazo superficial a esta zona, y se acercaron a examinar una gruesa puerta de mármol con grotescos grabados destrozados a golpes que se encontraba semiabierta. Dentro, una vicaría, llena de sofas y sillones destrozados y muebles quemados, la cual seguramente fue escenario de opulentos festines privados. La zona parecía medianamente segura, pues la puerta era muy firme y no había otra salida, y através de las vidrieras de fuera se filtraba la luz del atardecer. Después de haber explorado esta magnífica pero aterradora obra arquitectónica todos se encontraban demasiado cansados como para emprender el camino de vuelta através de las podridas planicies de los alrededores en plena noche, así que decidieron pasar la noche en el interior. Sin encender ningún fuego, en la habitación cerrada como algún infeliz propuso encarecidamente.

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