La mayoría de los Errantes, cansados tras las últimas batallas contra las fuerzas del Mal de la casa del foso, se quedaron descansando en Hommlet. Sin embargo, un grupo de valientes formado por Almeth, Awaie, Dunkan y Eber decidieron adelantarse y explorar el siguiente objetivo; El Templo del Mal Elemental. Durante un rato estuvieron analizando planos y ponderando rutas, hasta que por fin acordaron investigar primero el sospechoso pueblo de Nulb, acercándose por el que parecía el camino más seguro aunque más largo, el Camino Bajo. A Awaie lo metieron en una mochila y se propusieron ir de incógnito sin decir que eran los Errantes ni mencionar a St.Cuthberth ni su misión ni nada. Se supone que eran viajeros.
Tras una marcha sin contrariedades, llegaron al caer la noche al asentamiento. Una aglutinación caótica de casas de barro y mimbre de aspecto sucio, cochambroso y ruinoso, poblado por gentes harapientas, feas, y sospechosas, a las orillas del asqueroso rio Imerdys, en cuya ribera descansaban varias barcazas de aspecto frágil pero ligero, probablemente para la piratería. Para adentrarse en el pueblo había que cruzar un enfanganado y precario puente de madera, y mientras lo atravesaban un sucio pueblerino les salió al encuentro.
"Illo dame argo, dame to lo que tenga"
Dunkan rápidamente se le enfrentó y empezaron a vacilarse el uno al otro. De pronto aparecieron dos ruinas mas por detras del grupo. Dunkan entonces retó a un duelo singular al chorizo, que aceptó riéndose. Enmedio del puente, empezaron a batirse en duelo, mientras la gente se iba agolpando. El bandido esquivaba todos los golpes de Dunkan, mientras le iba haciendo sangrar como un puerco con su hacha. Dunkan intentaba devolverselas, pero para el hazmerreír de todos se le partió media maza, se doblo la muñeca, y acabo por resbalarse y caerse de espaldas durante el transcurso del combate. Sin embargo, el ladrón, que se hacía llamar Jordi, se estaba cansando cada vez más de pegarle. Tras varios minutos, ambos estaban exhaustos y a duras penas conseguian levantar sus armas de vez en cuando para asestar algun lentisimo golpe. Al final Jordi cayó desmayado del cansancio, por lo que Dunkan ganó el duelo de pesao, recibiendo mofas de la multitud, que se dispersó ipso facto. Despues de dejar a Dunkan que descansase durante un rato, se acercaron al único edificio que se veía minimamente importante de los alrededores, el Hostal de la Ribera. Un antro donde había que entrar encorvado y que albergaba la peor calaña de personajes posibles, incluido el hostelero, un tuerto chungo y sus horrendas camareras.
El hostelero les ofreció una habitación y tras un regateo muy breve les cobró nueve piezas de plata, que Almeth pagó en noventa de cobre. Trataron de sacarle un poco de información al hostelero, pero al final no sólo no le sacaron nada sino que el hostelero y todos los huespedes se enteraron de que eran un grupo aventurero que se hacía llamar Los Errantes. Dunkan y Almeth se atrevieron con las gachas, un asqueroso moco blancuzco que sabía a vomito y al que el hostelero le echó los huevos que Dunkan le ofreció a cambio (porque sospechaba que estaban pasados) con la cascara entera. Se fueron a su "habitación", un cubículo con un monton de paja en el suelo y cuatro mantas raídas, la puerta descolocada, el cerrojo roto y a modo de ventana una cortina podrida, con vistas al rio donde descubrieron que la gente iba a cagar y un poco mas abajo las sirvientas del hostal cogian agua para las cocinas. El grupo decidió montar la tienda de campaña allí dentro y hacer guardia por turnos.
Al día siguiente, bien temprano, se fueron a dar una vuelta por el pueblo. Se acercaron a los muelles, donde había una amplia pero ruinosa lonja donde gentes de mal vivir vendían pescado podrido y otras mercancias de dudosa procedencia. En una esquina debajo de la lonja, se levantaba un tugurio a modo de taberna, la Taberna de los Boteros. Viendo la mercancía podrida, Dunkan se pensó que sería buen negocio utilizar sus poderes para purificarla y sacar algún dinero. Al final convenció con una demostración a un tendero y sacó unas pocas de piezas de oro. Tras esto, se metieron en la taberna, que estaba regentada por una mujer de muy buen ver pero con algunas cicatrices y voz cascada. Le fueron a preguntar por el Templo del Mal, pero no sabía nada, y un pueblerino de los pocos que estaban desayunando (alcohol) por allí les dijo que eso eran cuentos de viejas. Le preguntaron por un herrero, y les indico la localización de la herrería de Otis.
Una vez en la herrería, descubrieron que Otis era un barbudo musculoso ya entrado en años, con un par de ayudantes, uno un poco retrasado y otro con cara de rata. Decidieron hacerle algunas preguntas a Otis, que se veía un hombre de buen carácter, a ver que podían averiguar sobre el templo, Nulb, o el mismo herrero. Sin embargo, al final los Errantes acabaron por desvelar quienes eran, que estaban haciendo allí, que venían de parte del vizcondado, que habían limpiado la casa del foso, y Awaie hasta enseñó la quijada de Lareth aunque en un instante de semilucidez cambió el nombre y dijo que era de un tal Romualdo, aunque luego sus compañeros lo desmintieron y lo reafirmaron varias veces a partes iguales, provocando un poco de confusión entre ellos mismos. Después de descubrir su identidad y sus planes completamente enmedio de la calle, pues la herrería estaba en un porche al aire libre, el grupo por lo menos se enteró de que por un camino que salía de la población, igual llegaban al bosque nudoso, y Otis le reparó también la maza a Dunckan. Los aventureros decidieron entonces marchar por dicho camino.
Tras un par de horas, la vegetación fue empobreciendose aún más, y empezaron a verse árboles, pero muertos. Por los alrededores sólo crecían zarzas y malas hierbas, y toda la vegetación era o escuchimizada y enfermiza o antinaturalmente robusta. A medida que avanzaban una niebla siniestra se iba espesando, y Awaie decidio elevarse a ver si veía algo más allá, pero cuando divisó un par de objetos voladores oscuros en la lontanaza volvío acojonado a tierra. Tras caminar un poco más, con la niebla ya bastante espesa, toparon con un muro de enormes proporciones. En el muro estaban tallados rostros en expresiones retorcidas, gimientes y obscenas, todo rematado por gárgolas y motivos espeluznantes. Una nube de maldad y miedo permeaba en el ambiente, haciendo que el sonido se escuchase distorsionado o extrañamente claro y audible. Una sensación opresora y angustiosa se cernia sobre el lugar, y sólo se escuchaba el sonido del viento aullando atraves de las aberturas de los rostros tallados en el muro, y el graznar de lo que debían ser cuervos. Hedores repugnantes surgían de quien sabe donde, y en el muro, un enorme portal daba al interior de la fortificación, aunque entre la niebla y la maleza poco se podía ver, parece que alguien o algo había abierto un camino entre las zarzas que habían inundado el complejo interior. Aún en la derruida verja exterior precedente al muro, los Errantes vieron como un par de cuervos de dos metros de altura se posaban en lo alto del muro y los miraban curiosos. Duncan se puso a hablar con ellos, aunque los cuervos no hacían ademán de entender nada de lo que decía, y Awaie sacó su arco y le disparó una flecha a uno, atravesándole certeramente una pata y poniendolos en desbandada.
Sin embargo, al momento se escuchó como un montón mas de cuervos se acercaban desde la niebla, y de pronto surgieron de esta una quincena de monstruosidades como las anteriores con aspecto enfurecido y hambriento. Almeth y Eber echaron a correr en dirección a Nulb, Awaie convocó unas hadas fantasmales y también hizo lo propio, pero Dunkan decidió huir hacia un lado pegado al muro. Los cuervos se entretuvieron atacando a las hadas fantasmales, y Duncan, al escuchar que venían en su dirección, se arrastró debajo de una zarza, haciendose bastante daño pero burlando a sus perseguidores. Mientras estaba allí, que se quedó quieto un buen rato, escuchó unos bramidos y vió unas moles indefinidas a lo lejos en la niebla remontar el vuelo. Al final aunó valor y salió de los zarzales haciéndose más daño todavía, y se volvió al camino a Nulb, no sin antes encontrarse con unas apariciones susurrantes, una de las cuales lo atravesó sin aparentes consecuencias.
Al final, todos consiguieron llegar sanos y salvos a Nulb, y siguiendo el consejo de Otis pasaron la noche en una de las muchas cabañas abandonadas del asentamiento, aunque a la mañana siguiente se encontraron conque varios mendigos habían dormido con ellos.
Tras una marcha sin contrariedades, llegaron al caer la noche al asentamiento. Una aglutinación caótica de casas de barro y mimbre de aspecto sucio, cochambroso y ruinoso, poblado por gentes harapientas, feas, y sospechosas, a las orillas del asqueroso rio Imerdys, en cuya ribera descansaban varias barcazas de aspecto frágil pero ligero, probablemente para la piratería. Para adentrarse en el pueblo había que cruzar un enfanganado y precario puente de madera, y mientras lo atravesaban un sucio pueblerino les salió al encuentro.
"Illo dame argo, dame to lo que tenga"
Dunkan rápidamente se le enfrentó y empezaron a vacilarse el uno al otro. De pronto aparecieron dos ruinas mas por detras del grupo. Dunkan entonces retó a un duelo singular al chorizo, que aceptó riéndose. Enmedio del puente, empezaron a batirse en duelo, mientras la gente se iba agolpando. El bandido esquivaba todos los golpes de Dunkan, mientras le iba haciendo sangrar como un puerco con su hacha. Dunkan intentaba devolverselas, pero para el hazmerreír de todos se le partió media maza, se doblo la muñeca, y acabo por resbalarse y caerse de espaldas durante el transcurso del combate. Sin embargo, el ladrón, que se hacía llamar Jordi, se estaba cansando cada vez más de pegarle. Tras varios minutos, ambos estaban exhaustos y a duras penas conseguian levantar sus armas de vez en cuando para asestar algun lentisimo golpe. Al final Jordi cayó desmayado del cansancio, por lo que Dunkan ganó el duelo de pesao, recibiendo mofas de la multitud, que se dispersó ipso facto. Despues de dejar a Dunkan que descansase durante un rato, se acercaron al único edificio que se veía minimamente importante de los alrededores, el Hostal de la Ribera. Un antro donde había que entrar encorvado y que albergaba la peor calaña de personajes posibles, incluido el hostelero, un tuerto chungo y sus horrendas camareras.
El hostelero les ofreció una habitación y tras un regateo muy breve les cobró nueve piezas de plata, que Almeth pagó en noventa de cobre. Trataron de sacarle un poco de información al hostelero, pero al final no sólo no le sacaron nada sino que el hostelero y todos los huespedes se enteraron de que eran un grupo aventurero que se hacía llamar Los Errantes. Dunkan y Almeth se atrevieron con las gachas, un asqueroso moco blancuzco que sabía a vomito y al que el hostelero le echó los huevos que Dunkan le ofreció a cambio (porque sospechaba que estaban pasados) con la cascara entera. Se fueron a su "habitación", un cubículo con un monton de paja en el suelo y cuatro mantas raídas, la puerta descolocada, el cerrojo roto y a modo de ventana una cortina podrida, con vistas al rio donde descubrieron que la gente iba a cagar y un poco mas abajo las sirvientas del hostal cogian agua para las cocinas. El grupo decidió montar la tienda de campaña allí dentro y hacer guardia por turnos.
Al día siguiente, bien temprano, se fueron a dar una vuelta por el pueblo. Se acercaron a los muelles, donde había una amplia pero ruinosa lonja donde gentes de mal vivir vendían pescado podrido y otras mercancias de dudosa procedencia. En una esquina debajo de la lonja, se levantaba un tugurio a modo de taberna, la Taberna de los Boteros. Viendo la mercancía podrida, Dunkan se pensó que sería buen negocio utilizar sus poderes para purificarla y sacar algún dinero. Al final convenció con una demostración a un tendero y sacó unas pocas de piezas de oro. Tras esto, se metieron en la taberna, que estaba regentada por una mujer de muy buen ver pero con algunas cicatrices y voz cascada. Le fueron a preguntar por el Templo del Mal, pero no sabía nada, y un pueblerino de los pocos que estaban desayunando (alcohol) por allí les dijo que eso eran cuentos de viejas. Le preguntaron por un herrero, y les indico la localización de la herrería de Otis.
Una vez en la herrería, descubrieron que Otis era un barbudo musculoso ya entrado en años, con un par de ayudantes, uno un poco retrasado y otro con cara de rata. Decidieron hacerle algunas preguntas a Otis, que se veía un hombre de buen carácter, a ver que podían averiguar sobre el templo, Nulb, o el mismo herrero. Sin embargo, al final los Errantes acabaron por desvelar quienes eran, que estaban haciendo allí, que venían de parte del vizcondado, que habían limpiado la casa del foso, y Awaie hasta enseñó la quijada de Lareth aunque en un instante de semilucidez cambió el nombre y dijo que era de un tal Romualdo, aunque luego sus compañeros lo desmintieron y lo reafirmaron varias veces a partes iguales, provocando un poco de confusión entre ellos mismos. Después de descubrir su identidad y sus planes completamente enmedio de la calle, pues la herrería estaba en un porche al aire libre, el grupo por lo menos se enteró de que por un camino que salía de la población, igual llegaban al bosque nudoso, y Otis le reparó también la maza a Dunckan. Los aventureros decidieron entonces marchar por dicho camino.
Tras un par de horas, la vegetación fue empobreciendose aún más, y empezaron a verse árboles, pero muertos. Por los alrededores sólo crecían zarzas y malas hierbas, y toda la vegetación era o escuchimizada y enfermiza o antinaturalmente robusta. A medida que avanzaban una niebla siniestra se iba espesando, y Awaie decidio elevarse a ver si veía algo más allá, pero cuando divisó un par de objetos voladores oscuros en la lontanaza volvío acojonado a tierra. Tras caminar un poco más, con la niebla ya bastante espesa, toparon con un muro de enormes proporciones. En el muro estaban tallados rostros en expresiones retorcidas, gimientes y obscenas, todo rematado por gárgolas y motivos espeluznantes. Una nube de maldad y miedo permeaba en el ambiente, haciendo que el sonido se escuchase distorsionado o extrañamente claro y audible. Una sensación opresora y angustiosa se cernia sobre el lugar, y sólo se escuchaba el sonido del viento aullando atraves de las aberturas de los rostros tallados en el muro, y el graznar de lo que debían ser cuervos. Hedores repugnantes surgían de quien sabe donde, y en el muro, un enorme portal daba al interior de la fortificación, aunque entre la niebla y la maleza poco se podía ver, parece que alguien o algo había abierto un camino entre las zarzas que habían inundado el complejo interior. Aún en la derruida verja exterior precedente al muro, los Errantes vieron como un par de cuervos de dos metros de altura se posaban en lo alto del muro y los miraban curiosos. Duncan se puso a hablar con ellos, aunque los cuervos no hacían ademán de entender nada de lo que decía, y Awaie sacó su arco y le disparó una flecha a uno, atravesándole certeramente una pata y poniendolos en desbandada.
Sin embargo, al momento se escuchó como un montón mas de cuervos se acercaban desde la niebla, y de pronto surgieron de esta una quincena de monstruosidades como las anteriores con aspecto enfurecido y hambriento. Almeth y Eber echaron a correr en dirección a Nulb, Awaie convocó unas hadas fantasmales y también hizo lo propio, pero Dunkan decidió huir hacia un lado pegado al muro. Los cuervos se entretuvieron atacando a las hadas fantasmales, y Duncan, al escuchar que venían en su dirección, se arrastró debajo de una zarza, haciendose bastante daño pero burlando a sus perseguidores. Mientras estaba allí, que se quedó quieto un buen rato, escuchó unos bramidos y vió unas moles indefinidas a lo lejos en la niebla remontar el vuelo. Al final aunó valor y salió de los zarzales haciéndose más daño todavía, y se volvió al camino a Nulb, no sin antes encontrarse con unas apariciones susurrantes, una de las cuales lo atravesó sin aparentes consecuencias.
Al final, todos consiguieron llegar sanos y salvos a Nulb, y siguiendo el consejo de Otis pasaron la noche en una de las muchas cabañas abandonadas del asentamiento, aunque a la mañana siguiente se encontraron conque varios mendigos habían dormido con ellos.