Los Errantes, bastante afligidos por sus últimas pérdidas, incineraron los cadáveres de Liliah y Aelud con la ayuda de Almeth. Enterraron las cenizas de Liliah en la colina, y prepararon las de Aelud para enviarlas a su isla natal, la isla de los magos.
Tras varias tribulaciones en Hommlet, los Errantes decidieron que era hora de explorar las entrañas de la casa del foso.
Llagular, Seravik, Merya, Daralhar, Gorgomol, Almeth, Petia y Dunkan se pusieron en marcha através de los pantanos, llegando a la fortaleza a medio día. Todo parecía igual y tal como lo habían dejado el día anterior, así que se internaron en el subterráneo al que se accedía desde el almacén.
Con sumo cuidado, se fueron adentrando en la oscuridad de la mazmorra, y volvieron a la sala de tortura a buscar mas pistas, pero sin fruto, así que se acercaron al portón de madera que había al principio de la cripta. Seravik escucho una respiración pesada, así que se pusieron alerta.
Detrás de la puerta había una pequeña habitación cuadrada de unos quince o veinte pies de lado, e inmediatamente a la derecha, otra tosca puerta de madera, bajo la que surgía una tenue luz. Varios de los errantes entraron, y estaban decidiendo en susurros que hacer, cuando Daralhar expuso su punto de vista a grito pelado. La puerta se abrió de golpe, y un enorme y obeso ser rosado con rasgos monstruosos apareció tras ella. En una mano portaba una albarda como si fuera un juguete, y en la otra, un niño al que le estaba masticando la cabeza.
Seravik profirió a gritos "¡UN OGRO!" y salió corriendo a esconderse lo más lejos posible. El ogro pidió estúpidamente con su vozarrón a los Errantes que se identificaran. Llagular dijo alguna tontería, enfureciendo al ogro, que le pinchó en el hombro con la alabarda hiriéndolo gravemente. Los errantes empezaron a batirse en combate con el ogro, pero estaban muy apretados y no podían hacer gran cosa, mientras que el ogro por su altura y su arma llegaba a todas partes. Daralhar tuvo la excelente idea de engrasar mágicamente la alabarda del monstruo, y enseguida se le resbaló de las manos... sin embargo, el ogro no desistió en su empeño asesino y empezó a pegar hostias con el niño decapitado que tenía en la otra mano, cruzándole la cara a Gorgomol repetidas veces. Gorgomol sin embargo pifiaba todos sus ataques, hasta que en su propia torpeza se cortó a si mismo y se enfureció tanto que entro en frenesí berseker.
Tras varias tribulaciones en Hommlet, los Errantes decidieron que era hora de explorar las entrañas de la casa del foso.
Llagular, Seravik, Merya, Daralhar, Gorgomol, Almeth, Petia y Dunkan se pusieron en marcha através de los pantanos, llegando a la fortaleza a medio día. Todo parecía igual y tal como lo habían dejado el día anterior, así que se internaron en el subterráneo al que se accedía desde el almacén.
Con sumo cuidado, se fueron adentrando en la oscuridad de la mazmorra, y volvieron a la sala de tortura a buscar mas pistas, pero sin fruto, así que se acercaron al portón de madera que había al principio de la cripta. Seravik escucho una respiración pesada, así que se pusieron alerta.
Detrás de la puerta había una pequeña habitación cuadrada de unos quince o veinte pies de lado, e inmediatamente a la derecha, otra tosca puerta de madera, bajo la que surgía una tenue luz. Varios de los errantes entraron, y estaban decidiendo en susurros que hacer, cuando Daralhar expuso su punto de vista a grito pelado. La puerta se abrió de golpe, y un enorme y obeso ser rosado con rasgos monstruosos apareció tras ella. En una mano portaba una albarda como si fuera un juguete, y en la otra, un niño al que le estaba masticando la cabeza.
Seravik profirió a gritos "¡UN OGRO!" y salió corriendo a esconderse lo más lejos posible. El ogro pidió estúpidamente con su vozarrón a los Errantes que se identificaran. Llagular dijo alguna tontería, enfureciendo al ogro, que le pinchó en el hombro con la alabarda hiriéndolo gravemente. Los errantes empezaron a batirse en combate con el ogro, pero estaban muy apretados y no podían hacer gran cosa, mientras que el ogro por su altura y su arma llegaba a todas partes. Daralhar tuvo la excelente idea de engrasar mágicamente la alabarda del monstruo, y enseguida se le resbaló de las manos... sin embargo, el ogro no desistió en su empeño asesino y empezó a pegar hostias con el niño decapitado que tenía en la otra mano, cruzándole la cara a Gorgomol repetidas veces. Gorgomol sin embargo pifiaba todos sus ataques, hasta que en su propia torpeza se cortó a si mismo y se enfureció tanto que entro en frenesí berseker.
La habitación donde habitaba el ogro estaba iluminada por una hoguera en el centro, y un hedor repugnante a carne humana podrida infestaba la habitación, proviniente con total seguridad de los huesos roídos que plagaban el suelo de la estancia. Cerca de la hoguera, un montón de basura hacía las veces de lecho y detrás descansaba un enorme arcón de madera. En un lateral había un pequeña puerta de madera trabada con tablones, de la que empezarón a surgir gritos de auxilio. Los errantes retiraron los tablones, encontrando detrás la despensa del ogro; un par de humanos estaban atados a la pared, y una pequeña criatura muy malherida estaba atada de pies y manos al fondo.
Al liberarlos, los humanos dijeron ser comerciantes, y dieron las gracias por su rescate a los aventureros, indicando que habían sido asaltados y reaptados por el camino. Prometieron una recompensa cuando pasasen de nuevo por Hommlet.
EL pequeño ser resultó ser un gnomo al que había estado torturando el ogro. Los Errantes sospecharon de el, incluso aunque le dió un anillo a Dunkan en muestra de su gratitud.
Mientras tanto, parte del grupo estaba saqueando la guarida del monstruo. Resultó que entre el lecho basuresco había una pequeña capa élfica, y Daralhar descubrió que a voluntad podía adquirir un tamaño acorde a su dueño. El cofre parece que solo contenía basura brillante que el ogro había recogido sin conocimiento como candelabros de bronce y cristales de colores, aunque había algunas monedas.
Los Errantes decidieron escolta a los cautivos de vuelta a Hommlet. Una vez allí, preguntaron al anciano del pueblo que hacer con el gnomo, del que todavía sospechaban, pero este lo reconocío enseguida como un viejo amigo y lo dejó marchar a las colinas Kron, que es de donde decía provenír.
Tras esta incursión, los Errantes entraron en un acalorada discusion acerca de como repartir el tiempo para progresar en las carreras de la profesion de cada uno, ya que Dunkan estaba listo para afrontar el entrenamiento deacólito. AL final se decidió que se esperaría al que quisiese entrenar.
Durante la semana del entrenamiento de Dunkan, llagular y Merya se buscaron algunos trabajillos, y los demás también encontraron cosas con las que entretenerse, especialmente Seravik; pidió prestada la capa élifca, y empezó a practicar su latrocinio con los aldeanos. Se fue a por una mujer a cortarle la bolsa, pero en vez de la bolsa cortó carne y la mujer, sobresaltada, dió la alarma. varioos aldeanos se pusieron a perseguirle, y tuvo que esconderse entre las casas hasta pasar desapercibido. Decidió que el golpe bueno sería robarle a Rannos, así que durante la noche se acercó al almacén para investigar el terreno. En cuanto se acercó, la jauría de perros sarnosos de Rannos se le echó detrás tuvo que salir corriendo de allí.
Decidió al dia siguiente llamar a Awaie, pues se le había ocurrido un plan; con el veneno de araña que tenían, mojar salchichas y darselas a los perros para que se envenansen y cayesen redondos y asi tener via libre. Por la noche se aproximaron, y empezaron a ejecutar el plan; Seravik mojaba las salchichas y awaie iba soltando trocitos volando por encima de los perros. Los perros devoraron sin problemas la carne, y pasó el tiempo sin que pareciese haber ningun efecto. Pensaron que al menos se podían hacer amigos de los perros dandoles salchichas, así que volvieron al día siguiente. Estaban repitiendo el proceso cuando un dardo se le clavo a Seravik, y luego otro a Awaie. Salieron de allí al ver que estaban siendo atacados, y al momento empezaron a encontrarse mal; cuando se quisieron dar cuenta, estaban vomitando y cagando sin control; al examinar la punta de los dardos, vieron una sustancia negruzca que seguramente fuese veneno. Las fuerzas les abandonaban rápidamente, y medio muertos se acercaron al templo de San Cuthbert. Se pusieron a tirarle piedras a la ventana de la celda donde estaba pasando la semana Dunkan por su entrenamiento, y le pidieron suplicando curación. Poco pudo hacer Dunkan con su escaso poder; el pobre Awaie hizo un vuelo zumbón y borrachuzo y cayo de cara al suelo inconsciente. Seravik recordó de pronto que el druida les había ayudado anteriormente, así que se fué corriendo hacia la arboleda. Al llegar allí, no se atrevió a entrar por la puerta principal, asi que cogió y dió toda la vuelta, se subió a un árbol, y empezó a moverse de rama en rama con el hada en las manos. En la espesura se escuchaban búhos, y de pronto Seravik vió a dos enormes lechuzos blancos que se lanzaron a atacarle. Escapo como pudo, e iba a bajar por el árbol cuando vio que abajo estaba arañando la corteza el oso con la boca hecha agua.
Por suerte, el druida bastongris salio de su casa justo a tiempo para recoger al ya insconciente Seravik y a Awaie, detener a sus animales y meter a los pobres desgraciados en su cabaña.
Al liberarlos, los humanos dijeron ser comerciantes, y dieron las gracias por su rescate a los aventureros, indicando que habían sido asaltados y reaptados por el camino. Prometieron una recompensa cuando pasasen de nuevo por Hommlet.
EL pequeño ser resultó ser un gnomo al que había estado torturando el ogro. Los Errantes sospecharon de el, incluso aunque le dió un anillo a Dunkan en muestra de su gratitud.
Mientras tanto, parte del grupo estaba saqueando la guarida del monstruo. Resultó que entre el lecho basuresco había una pequeña capa élfica, y Daralhar descubrió que a voluntad podía adquirir un tamaño acorde a su dueño. El cofre parece que solo contenía basura brillante que el ogro había recogido sin conocimiento como candelabros de bronce y cristales de colores, aunque había algunas monedas.
Los Errantes decidieron escolta a los cautivos de vuelta a Hommlet. Una vez allí, preguntaron al anciano del pueblo que hacer con el gnomo, del que todavía sospechaban, pero este lo reconocío enseguida como un viejo amigo y lo dejó marchar a las colinas Kron, que es de donde decía provenír.
Tras esta incursión, los Errantes entraron en un acalorada discusion acerca de como repartir el tiempo para progresar en las carreras de la profesion de cada uno, ya que Dunkan estaba listo para afrontar el entrenamiento deacólito. AL final se decidió que se esperaría al que quisiese entrenar.
Durante la semana del entrenamiento de Dunkan, llagular y Merya se buscaron algunos trabajillos, y los demás también encontraron cosas con las que entretenerse, especialmente Seravik; pidió prestada la capa élifca, y empezó a practicar su latrocinio con los aldeanos. Se fue a por una mujer a cortarle la bolsa, pero en vez de la bolsa cortó carne y la mujer, sobresaltada, dió la alarma. varioos aldeanos se pusieron a perseguirle, y tuvo que esconderse entre las casas hasta pasar desapercibido. Decidió que el golpe bueno sería robarle a Rannos, así que durante la noche se acercó al almacén para investigar el terreno. En cuanto se acercó, la jauría de perros sarnosos de Rannos se le echó detrás tuvo que salir corriendo de allí.
Decidió al dia siguiente llamar a Awaie, pues se le había ocurrido un plan; con el veneno de araña que tenían, mojar salchichas y darselas a los perros para que se envenansen y cayesen redondos y asi tener via libre. Por la noche se aproximaron, y empezaron a ejecutar el plan; Seravik mojaba las salchichas y awaie iba soltando trocitos volando por encima de los perros. Los perros devoraron sin problemas la carne, y pasó el tiempo sin que pareciese haber ningun efecto. Pensaron que al menos se podían hacer amigos de los perros dandoles salchichas, así que volvieron al día siguiente. Estaban repitiendo el proceso cuando un dardo se le clavo a Seravik, y luego otro a Awaie. Salieron de allí al ver que estaban siendo atacados, y al momento empezaron a encontrarse mal; cuando se quisieron dar cuenta, estaban vomitando y cagando sin control; al examinar la punta de los dardos, vieron una sustancia negruzca que seguramente fuese veneno. Las fuerzas les abandonaban rápidamente, y medio muertos se acercaron al templo de San Cuthbert. Se pusieron a tirarle piedras a la ventana de la celda donde estaba pasando la semana Dunkan por su entrenamiento, y le pidieron suplicando curación. Poco pudo hacer Dunkan con su escaso poder; el pobre Awaie hizo un vuelo zumbón y borrachuzo y cayo de cara al suelo inconsciente. Seravik recordó de pronto que el druida les había ayudado anteriormente, así que se fué corriendo hacia la arboleda. Al llegar allí, no se atrevió a entrar por la puerta principal, asi que cogió y dió toda la vuelta, se subió a un árbol, y empezó a moverse de rama en rama con el hada en las manos. En la espesura se escuchaban búhos, y de pronto Seravik vió a dos enormes lechuzos blancos que se lanzaron a atacarle. Escapo como pudo, e iba a bajar por el árbol cuando vio que abajo estaba arañando la corteza el oso con la boca hecha agua.
Por suerte, el druida bastongris salio de su casa justo a tiempo para recoger al ya insconciente Seravik y a Awaie, detener a sus animales y meter a los pobres desgraciados en su cabaña.
1 comentario:
Veo que en Hackmáster lo que más juego da siempre son las salchichas xD
Buen resumen, Carlos, pero aún tienes trabajo que poner al día ¡Escribe, puto! :P
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