Hommlet surgió a partir de un par de granjas, un refugio, y una herrería. Los caminos trajeron un número suficiente de viajeros y carros mercantes para atraer comerciantes y artesanos que servían a aquellos que iban de paso. El refugio se convirtió en una próspera posada, y carpinteros de carretas se asentaron en el villorrio. Granjeros y pastores les siguieron, ya que el grano era necesario para las bestias de carga, y la carne era muy solicitada por los huéspedes de la posada
Había una gran prosperidad, pues el lord del distrito era amable y cobraba muy pocos impuestos. El comercio era bueno, y la tierra no tenía problemas de guerra, forajidos o bestias sangrientas. La zona era libre, bella y rica; demasiado, a ojos de algunos.
Si la maldad vino del oeste desde Dyvers (como dicen unos) o se arrastro desde los bosques que bordean la Costa Salvaje (como afirman otros), venir vino. Al principio solo eran unos pocos ladrones y algún que otro grupo de bandidos molestando a las caravanas mercantes. Entonces vinieron pequeñas bandas de humanoides - kobolds o goblins - asaltando los rebaños. La milicia local y los guardabosques de Waldgraf de Ostverk frenaron un poco, pero no pararon, la propagación de la villanía y la maldad.
Un gurpo de chabolas y sus sucios habitantes formó el núcleo de lo que iba a ser el origen de los problemas venideros. Un retorcido clérigo erificó una pequeña capilla negra en esta localización. La gente de Hommlet tendía a ignorar este enclave, Nulb, aunque estaba solo a 6 millas (10 km) de distancia. Pero su apartada posición era ideal para los siniestros propósitos planeados para este asentamiento, al igual que su posición en un pequeño afluente del Velverdyva. Los arbustos y zarzas que rodeaban Nulb se convirtieron en guarida y escondite para bandidos, salteadores, y toda clase tanto de hombres malvados como de monstruos. La capilla se convirtió en un templo de piedra al entregar los fieles sus malogrados botines. Las buenas gentes fueron robadas, atropelladas, esclavizadas, y cosas peores.
En solo tres años, una malévola e imponente fortaleza rodeaba ya el malvado lugar, y enjambres de criaturas adoraban y trabajaban en sus retorcidas entrañas.Los sirvientes del Templo del Mal Elemental hicieron Hommlet y las tierras de leguas en derredor una burla a la libertad y la belleza. El comerció se detuvo, los cultivos se secaron; predominaba la pestilencia.
Pero los lideres de este cáncer estaban llenos de arrogancia, y, en su desmesurado orgullo, buscaron derrocar los buenos reinos del norte, que estaban viniendo al rescate de la tierra oprimida por la tiranía que imponía el maligno templo. Se libró una gran batalla.
Cuando las buenas gentes de Hommlet contemplaron los ríos de hombres de ocres túnicas y humanoides huyendo al Sur y al Oeste a través de su comunidad, hubo gran regocijo, pues supieron que sus homicidas opresores habían sido derrotados y conducidos fuera de los campos por el pánico y la derrota. Tan magnífica fue la matanza, tan completa la victoria del bien, que la amurallada fortaleza del Templo del Mal Elemental cayó en una sola noche, a pesar de la ayuda de un terrible demonio. El lugar quedo destrozado y sellado contra el regreso de tales abominaciones por medio de poderosas bendiciones y magia.
La vida en Hommlet rápidamente volvió a su antigua forma de antes de levantarse el templo. Durante cinco años, el pueblo y sus alrededor se hicieron mas ricos y prósperos de lo que nunca habían sido. Un trol monstruoso que había habitado el lugar por un tiempo fue cazado por un grupo de aventureros que pasaban por allí. Portando las cenizas, y sus buenas riquezas también, los aventureros volvieron al pueblo. Antes de partir en busca de fortuna a otros lugares, devolvieron parte del botín a los aldeanos. Otros aventureros, sabiendo del mal que había residido hace tiempo en la zona, vinieron a cazar similares presas, y varios encontraron recónditas guaridas y tesoros; otros, sin embargo, no volvieron nunca.
Después de un tiempo, los aventureros dejaron de acercarse por allí. Parecía que no quedaba monstruo por matar, ni maldad por aplastar. Los pueblerinos exhalaron un suspiro de alivio colectivo; algunos sufrieron la bajada de ingresos, pero la mayoría aprecio la vuelta a la pacifica y tranquila vida normal; y Hommlet continuo su pacifica existencia por cuatro años mas.
Pero entonces, hace un año, los bandidos empezaron a asaltar los caminos de nuevo; no con mucha frecuencia, pero con contundencia. A las buenas gentes de Hommlet, todo esto les parecía demasiado familiar, así que avisaron al Vizconde de que las retorcidas fuerzas del mal podían acechar todavía en las proximidades. Esta información ha sido extendida por la comarca, y las noticias han atraído extranjeros al pueblo de nuevo. Quienes y que buscan estos hombres, de eso nadie está muy seguro. Todos dicen tener el firme propósito de matar monstruos y traer paz y seguridad a Hommlet; pero los hechos pesan mas que las palabras, y las mentiras ocultan los verdaderos propósitos de los malvados.
Vuestro grupo esta ya cerca del Pueblo de Hommlet, después de un largo camino desde las tierras de la Costa Salvaje. Estais mal equipados, con pobres monturas y sin grandes sumas de dinero. De hecho, todo lo que tenéis es lo que lleváis puesto y las bestias que cabalgáis, además de unas pocas monedas ocultas en bolsas y bolsillos. Lo que poseéis en cantidad, sin embargo, es atrevimiento y deseo de haceros ricos y famosos. Por tanto, vuestro grupo llega a Hommlet a aprender. ¿Es cierto que este es buen lugar para aventureros en pos de fortuna? Todos tenéis grandes esperanzas, por supuesto, de ganar riquezas y labraros vuestro propio nombre. El resultado de esto es incierto, pero vuestra habilidad y valentía, junto con una buena cantidad de suerte, serán los principales ingredientes de lo que acaecerá, sea fortuna o calamidad.
La pequeña comunidad que reposa en la encrucijada es la gran incógnita de la ecuación. ¿Que hay allí? ¿A quienes encontraréis? ¿A donde deberíais ir? Estas son vuestras primeras incursiones y encuentros, así que la suerte puede dictar tanto como la inteligencia. ¿Le harán ascos a los extranjeros? son los rumores ciertos - ¿está la comunidad entera enzarzada en prácticas malignas? ¿Son las gentes de aquí catetos, fáciles de engañar? ¿Es verdad que cae una maldición sobre todo aquel que ose aventurarse en las tierras que una vez fueron las del Templo? Todas estas preguntas obtendrán respuesta muy pronto.
La polvorienta y agrietada carretera esta delimitada con apretadas filas de zarzas y arbustos, atravesando de vez en cuando algún bosquecillo o pasando sobre un arroyuelo. A ambos lados, bosque y pradera han dado paso a campos de cultivo. Un pequeño rebaño de vacas pasta cerca, y se puede ver en la lejanía una colina salpicada de chimeneas de piedra grisácea, con volutas de humo azulado surgiendo de ellas. Un camino se separa hacia la izquierda hacia las colinas, y más adelante, a cada lado hay graneros y casas - ¡por fin, Hommlet!
La aventura comienza...
Había una gran prosperidad, pues el lord del distrito era amable y cobraba muy pocos impuestos. El comercio era bueno, y la tierra no tenía problemas de guerra, forajidos o bestias sangrientas. La zona era libre, bella y rica; demasiado, a ojos de algunos.
Si la maldad vino del oeste desde Dyvers (como dicen unos) o se arrastro desde los bosques que bordean la Costa Salvaje (como afirman otros), venir vino. Al principio solo eran unos pocos ladrones y algún que otro grupo de bandidos molestando a las caravanas mercantes. Entonces vinieron pequeñas bandas de humanoides - kobolds o goblins - asaltando los rebaños. La milicia local y los guardabosques de Waldgraf de Ostverk frenaron un poco, pero no pararon, la propagación de la villanía y la maldad.
Un gurpo de chabolas y sus sucios habitantes formó el núcleo de lo que iba a ser el origen de los problemas venideros. Un retorcido clérigo erificó una pequeña capilla negra en esta localización. La gente de Hommlet tendía a ignorar este enclave, Nulb, aunque estaba solo a 6 millas (10 km) de distancia. Pero su apartada posición era ideal para los siniestros propósitos planeados para este asentamiento, al igual que su posición en un pequeño afluente del Velverdyva. Los arbustos y zarzas que rodeaban Nulb se convirtieron en guarida y escondite para bandidos, salteadores, y toda clase tanto de hombres malvados como de monstruos. La capilla se convirtió en un templo de piedra al entregar los fieles sus malogrados botines. Las buenas gentes fueron robadas, atropelladas, esclavizadas, y cosas peores.
En solo tres años, una malévola e imponente fortaleza rodeaba ya el malvado lugar, y enjambres de criaturas adoraban y trabajaban en sus retorcidas entrañas.Los sirvientes del Templo del Mal Elemental hicieron Hommlet y las tierras de leguas en derredor una burla a la libertad y la belleza. El comerció se detuvo, los cultivos se secaron; predominaba la pestilencia.
Pero los lideres de este cáncer estaban llenos de arrogancia, y, en su desmesurado orgullo, buscaron derrocar los buenos reinos del norte, que estaban viniendo al rescate de la tierra oprimida por la tiranía que imponía el maligno templo. Se libró una gran batalla.
Cuando las buenas gentes de Hommlet contemplaron los ríos de hombres de ocres túnicas y humanoides huyendo al Sur y al Oeste a través de su comunidad, hubo gran regocijo, pues supieron que sus homicidas opresores habían sido derrotados y conducidos fuera de los campos por el pánico y la derrota. Tan magnífica fue la matanza, tan completa la victoria del bien, que la amurallada fortaleza del Templo del Mal Elemental cayó en una sola noche, a pesar de la ayuda de un terrible demonio. El lugar quedo destrozado y sellado contra el regreso de tales abominaciones por medio de poderosas bendiciones y magia.
La vida en Hommlet rápidamente volvió a su antigua forma de antes de levantarse el templo. Durante cinco años, el pueblo y sus alrededor se hicieron mas ricos y prósperos de lo que nunca habían sido. Un trol monstruoso que había habitado el lugar por un tiempo fue cazado por un grupo de aventureros que pasaban por allí. Portando las cenizas, y sus buenas riquezas también, los aventureros volvieron al pueblo. Antes de partir en busca de fortuna a otros lugares, devolvieron parte del botín a los aldeanos. Otros aventureros, sabiendo del mal que había residido hace tiempo en la zona, vinieron a cazar similares presas, y varios encontraron recónditas guaridas y tesoros; otros, sin embargo, no volvieron nunca.
Después de un tiempo, los aventureros dejaron de acercarse por allí. Parecía que no quedaba monstruo por matar, ni maldad por aplastar. Los pueblerinos exhalaron un suspiro de alivio colectivo; algunos sufrieron la bajada de ingresos, pero la mayoría aprecio la vuelta a la pacifica y tranquila vida normal; y Hommlet continuo su pacifica existencia por cuatro años mas.
Pero entonces, hace un año, los bandidos empezaron a asaltar los caminos de nuevo; no con mucha frecuencia, pero con contundencia. A las buenas gentes de Hommlet, todo esto les parecía demasiado familiar, así que avisaron al Vizconde de que las retorcidas fuerzas del mal podían acechar todavía en las proximidades. Esta información ha sido extendida por la comarca, y las noticias han atraído extranjeros al pueblo de nuevo. Quienes y que buscan estos hombres, de eso nadie está muy seguro. Todos dicen tener el firme propósito de matar monstruos y traer paz y seguridad a Hommlet; pero los hechos pesan mas que las palabras, y las mentiras ocultan los verdaderos propósitos de los malvados.
Vuestro grupo esta ya cerca del Pueblo de Hommlet, después de un largo camino desde las tierras de la Costa Salvaje. Estais mal equipados, con pobres monturas y sin grandes sumas de dinero. De hecho, todo lo que tenéis es lo que lleváis puesto y las bestias que cabalgáis, además de unas pocas monedas ocultas en bolsas y bolsillos. Lo que poseéis en cantidad, sin embargo, es atrevimiento y deseo de haceros ricos y famosos. Por tanto, vuestro grupo llega a Hommlet a aprender. ¿Es cierto que este es buen lugar para aventureros en pos de fortuna? Todos tenéis grandes esperanzas, por supuesto, de ganar riquezas y labraros vuestro propio nombre. El resultado de esto es incierto, pero vuestra habilidad y valentía, junto con una buena cantidad de suerte, serán los principales ingredientes de lo que acaecerá, sea fortuna o calamidad.
La pequeña comunidad que reposa en la encrucijada es la gran incógnita de la ecuación. ¿Que hay allí? ¿A quienes encontraréis? ¿A donde deberíais ir? Estas son vuestras primeras incursiones y encuentros, así que la suerte puede dictar tanto como la inteligencia. ¿Le harán ascos a los extranjeros? son los rumores ciertos - ¿está la comunidad entera enzarzada en prácticas malignas? ¿Son las gentes de aquí catetos, fáciles de engañar? ¿Es verdad que cae una maldición sobre todo aquel que ose aventurarse en las tierras que una vez fueron las del Templo? Todas estas preguntas obtendrán respuesta muy pronto.
La polvorienta y agrietada carretera esta delimitada con apretadas filas de zarzas y arbustos, atravesando de vez en cuando algún bosquecillo o pasando sobre un arroyuelo. A ambos lados, bosque y pradera han dado paso a campos de cultivo. Un pequeño rebaño de vacas pasta cerca, y se puede ver en la lejanía una colina salpicada de chimeneas de piedra grisácea, con volutas de humo azulado surgiendo de ellas. Un camino se separa hacia la izquierda hacia las colinas, y más adelante, a cada lado hay graneros y casas - ¡por fin, Hommlet!
La aventura comienza...
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