El Templo del Mal Elemental

Este es el blog oficial de la partida de HackMaster de las Sirenas, auspiciados por la asociación de rol El Dirigible, en Sevilla. Dirigida por Carlos Burón, en esta dura campaña de Gary Gigax los jugadores, conocidos como Los Errantes, sudan sangre y fichas de personaje enfrentándose a las fuerzas del Templo del Mal Elemental. Aquí podrás encontrar resúmenes, informaciónes varias, y (espero) material que aporten los jugadores. ¡A leer!

domingo, 13 de diciembre de 2009

El foso de las ratas

Resumen sesión 12/12/2009 por Daralhar


Muertos sus vigilantes, Los Errantes registraron la habitación de la que habían salido los hobgoblins, pero no había mucho de valor, así que se fueron a descansar antes de volver para seguir con la interminable tarea. Se lo tenían merecido.

Sólo Duncan, Daralhar, Ansear y Gürnyr participaron en la siguiente jornada de exploración. A su regreso al subterráneo del mal, fueron a unas escaleras que aún no habían explorado. De camino para allá pudieron oír alguna patrulla de soldados, y vieron que en una de las paredes de un pasillo parecían haber dibujado una puerta con tiza. Duncan borró aquel diseño e hizo otro igual en la misma pared, a pocos metros. Después siguieron su camino hasta llegar a dichas escaleras, encontrando más cosas extrañas: excrementos de caballo y olor a pelo de caballo… dentro de aquel subterráneo, no dejaba de ser extraño.
Cuando por fin llegaron a las escaleras que buscaban, comenzaron a bajar los mohosos escalones y llegaron hasta un descansillo que hacía recodo y daba a una pendiente, pero al girarlo cayeron en una trampa: todo el suelo se inclinó y cayeron rodando por la resbaladiza rampa yendo a parar a un foso. Daralhar se libró de la caída al conjurar precipitadamente un hechizo de levitación, pero el resto del equipo cayó al fondo del foso que, pese a no ser muy hondo, debía tener el suelo repleto de guijarros de punta, por que quedaron bastante maltrechos. Tratándose de los subterráneos de la catedral del mal, cuando las cosas van mal, tienden a empeorar: en las paredes del foso había docenas de agujeros de los que comenzó a salir un sin fin de ratas que se lanzaron sobre el clérigo y los dos guerreros. Aunque despachurraban a algunas, la cantidad de ratas en el foso era cada vez mayor. Daralhar trataba de llegar hasta el pasillo, pendiente arriba, para atar una cuerda por la que subieran sus compañeros, pero la velocidad de elevación del hechizo era tristemente lenta. Mientras, en el foso, Gürnyr ya agonizaba en el suelo, hecho un ovillo, y Duncan y Ansear intentaban hacer una torre humana para salir como fuera, de forma que Ansear, al estar en la base, comenzó a recibir bocados por todos lados. Lloriqueando, cayó en la deshonra al comenzar a quitarse las ratas de encima y a echárselas a sus compañeros tratando de que mordieran algo que no fuera él. El espectáculo fue lamentable, pero al menos se libró de la muerte. Mientras, el elfo pudo afianzar la cuerda y lanzarla. Duncan curó cuanto pudo a Gürnyr mientras Ansear comenzaba a trepar por la cuerda, pero estaba ya tan mordisqueado y se le subieron tantas ratas encima, que las fuerzas comenzaron a fallarle y sucumbió por sobrecarga de mordeduras. De nada sirvió que Daralhar invocara dos grandes felinos ilusorios, pues había ratas de sobra para ocuparse de ellos y seguir mordiendo a los aventureros. Mientras Duncan y Gürnyr trepaban, Daralhar lanzó nubes de puños aporreantes para cubrir su retirada, y al fin el clérigo y el guerrero pudieron salir. Para Ansear ya era tarde.

Aún estaban recuperando aliento en una habitación contigua (mientras Duncan ya expoliaba el cadáver de Ansear), cuando oyeron una patrulla en el pasillo. Los soldados, al ver la cuerda atada, decidieron bajar por las escaleras a explorar… cayendo todos como besugos en la misma trampa y comenzando otro festín ratuno. Por suerte para ellos, al ser más de tres tocaban a menos mordiscos, por una simple cuestión de matemáticas, y consiguieron matar a todas las ratas y salir con la técnica de la torre humana, no sin que antes las ratas mataran a uno de ellos, y Los Errantes mataran a dos más conforme salían. Parece que ni las ratas sacaron algo bueno de aquella fatídica incursión.

domingo, 6 de diciembre de 2009

La bóveda de los esqueletos

Resumen sesión 05/12/2009 por Daralhar

Después de su encuentro con los horrores de la Tierra Elemental, Traspié decidió que necesitaba meditar profundamente sobre lo acontecido y se marchó al campamento. En su camino de vuelta se cruzó con Lajoar, que aburrido del campamento había decidido unirse a la fiesta por un día. El elfo encontró a los Errantes donde Traspié le había indicado, y una vez reunidos exploraron diversas zonas no cartografiadas de la mazmorra, haciendo que el mapa cuadrara bastante bien.

Las exploraciones del grupo les llevaron hasta un ancho pasillo con todo el suelo lleno de huesos. Duncan sospechó que aquellos huesos no estaban allí para adornar, así que hizo una expulsión de muertos vivientes, y varios esqueletos se levantaron del suelo y echaron a correr, pero por la retaguardia, del extremo del pasillo llegaron otros esqueletos, con lo que comenzó la fiesta. Cuatro de ellos eran esqueletos de gnoll y venían con sus arcos de serie. Conforme llegaron se colocaron en línea prestos a disparar mientras parloteaban en algún tipo de lengua. Daralhar no necesitaba entender el lenguaje “esqueletuno” para saber que habían dicho “a por el mago”, así que lanzó dos grasas y los hizo rodar por el suelo mientras Gürnyr y Lajoar corrían al combate y Duncan seguía expulsando en nombre de San Cuthbert. Como el combate iba bien, tenía que torcerse de algún modo: del extremo contrario del pasillo aparecieron tres ogros, uno de los cuales era más grande que los otros y le faltaba un brazo. Lajoar se quedó manteniendo a raya a los esqueletos mientras Gürnyr marchaba hacia el flanco de los ogros.

De pronto, por la espalda de los esqueletos, apareció Assiul, que había estado merodeando por el templo, y se sumó a la refriega, ensañándose particularmente con un esqueleto que portaba una katana y atuendo oriental, mientras entre Gürnyr y Ansear abatían a uno de los ogros. Daralhar lanzó una nube de puños sobre los esqueletos, pero parecieron bastante inmunes al vapuleo, así como a las armas de tajo de Assiul y Lajoar. Aun así, poco a poco iban mermando a parte de los muertos vivientes, mientras otra parte de ellos correteaba como pollos sin cabeza cada vez que Duncan invocaba el poder de San Cuthbert, ocultándose en la esquina más próxima ante el poder del clérigo. Uno de ellos, con las ropas del fallecido Almeth, no paraba de asomarse y sisear “¡Duncan, cúrame!” haciendo castañetear sus dientes.

Viendo que el flanco de los esqueletos estaba más o menos bajo control, pero que el de los ogros se estaba desmadrando, Daralhar invocó un ogro ilusorio y lo lanzó al combate, pero su enemigo fue más rápido en golpear y la ilusión se disipó. Decididamente, aquel hechizo era un asco… Afortunadamente, Ansear y Gürnyr estaban teniendo más éxito en su labor de trocear ogros, habiendo dado cuenta ya de su jefe. Con la ayuda de otra grasa y otra nube de puños, el proceso se aceleró bastante. Al poco, todos los enemigos habían sido convenientemente reducidos a pulpa, salvo algunos esqueletos que debían seguir correteando por alguna parte de las mazmorras (entre ellos el de Almeth), espantados por Duncan. Los Errantes al menos habían recuperado la katana de Takeshi.

Después de aquello, Los Errantes se dirigieron a las últimas zonas del subterráneo sin explorar para reflejarlas convenientemente en el mapa. Descubrieron que los anchos pasillos paralelos que conducían al altar de la Tierra Elemental, se unían formando una “V” por su extremo opuesto, y en el vértice de dicha “V” había unas escaleras que descendían hasta una antesala en la que parecía haber tres puertas cerradas con unas runas que despedían periódicamente un fulgor eléctrico. Las puertas con runas amenazantes nunca presagian nada bueno, así que siguieron explorando otra zona.

Durante el registro de la última parte de aquel nivel, fueron sorprendidos por dos hobgoblins y cuatro gnolls, que no llegaron a luchar al caer todos dormidos por dos hechizos de dormir lanzados de golpe, y convenientemente degollados después.