El Templo del Mal Elemental

Este es el blog oficial de la partida de HackMaster de las Sirenas, auspiciados por la asociación de rol El Dirigible, en Sevilla. Dirigida por Carlos Burón, en esta dura campaña de Gary Gigax los jugadores, conocidos como Los Errantes, sudan sangre y fichas de personaje enfrentándose a las fuerzas del Templo del Mal Elemental. Aquí podrás encontrar resúmenes, informaciónes varias, y (espero) material que aporten los jugadores. ¡A leer!

lunes, 8 de febrero de 2010

Jornada de descanso

Resumen sesión 06/02/2010 por Daralhar

Volvieron cabizbajos al campamento, con Duncan convertido en una especie de chorizo dentro de la maldita red. Estaba claro que no podrían sacarlo de ahí, así que decidieron ir a Hommlet a pedir q Burne que solventara el problema. Por el camino, Daralhar pidió un poco de silencio para ponerse a estudiar un hechizo de Escudo en la parte de atrás de la carreta. Un hechizo bastante inútil que el mago nunca llegaría a utilizar en sus correrías, pero ¿quién entiende los designios de un mago?
Llegaron a Hommlet tras media jornada de viaje. Daralhar había conseguido mantener la concentración pese a la continua cháchara de los errantes, pero aun así tendría que estudiar unas horas más antes de conocer los misterios del Escudo. Acordó reunirse con ellos por la noche. Mientras, el resto de los errantes estuvieron vendiendo todo tipo de joyas y baratijas encontradas en el templo, y dejaron diversos objetos mágicos en manos de Burne para que los identificara... incluida la red con Duncan dentro.

Al caer la noche, Burne había conseguido identificar los objetos que le fueron confiados: la red era una red mágica, que atrapaba a cualquier criatura que cayera en su interior, y sólo la soltaba con una palabra de mando: “desentrañar”. Duncan estaba más que contento de poder estar libre de nuevo, y Traspié se nombró a sí mismo portador de la red. La elección era buena, dado que los rápidos reflejos de Traspié le permitían anticiparse a todos los enemigos, y con esa red en sus manos podía dejar un enemigo fuera de la batalla antes siquiera de que el resto hubieran reaccionado. Por otro lado, la espada era una poderosa arma mágica que hacía daño adicional por fuego, en especial a ciertos grupos de criaturas, como regeneradoras, no muertos y plumíferos en general. También se enteraron de las propiedades del hacha mágica que tenían, una cota de malla y el escudo que Duncan encontró. Todos tenían unas propiedades especiales que las convertían en artilugios mágico. Por último, un anillo que habían encontrado tiempo antes resultó ser el mítico “Anillo de las Estrellas”, cuyas múltiples y poderosas propiedades no enumeraré. Aquel anillo se convertiría algún día en salvación y perdición de algunos de los errantes, pero eso es adelantarse demasiado...
Por lo demás, Burne les previno de que el tiempo seguía corriendo en contra del grupo. El mal se agitaba en el templo, y las red de espionaje del vizconde indicaba que las fuerzas del templo estarían listas para comenzar sus ataques en unas 3 ó 4 semanas. El destino de mucha gente pendía de un hilo... por desgracia para esas almas, ése hilo eran Los Errantes, así que podían darse por jodidas.

Con sus nuevas chucherías mágicas, Los Errantes se dirigieron a la taberna de La Bienavenida Doncella, donde pagaron una ronda a toda la parroquia y contaron sus hazañas ante los boquiabiertos pueblerinos. Por suerte no parecía haber por allí ningún asesino de Loth. Esa noche durmieron felices y tranquilos, lejos del templo y en la relativa seguridad de la villa de Hommlet, que ahora estaba construyendo un perímetro fortificado a su alrededor. Aquel pueblo no volvería a ser el mismo, nunca.

A la mañana siguiente, hicieron los preparativos para el viaje. Daralhar se tomó un rato para visitar a Awaie en la arboleda de Bastongrís. El pobre hada presentaba un aspecto bastante mustio, y echaba de menos los días de aventura, sin embargo en su actual estado poco podría hacer. Daralhar lo esperanzó diciéndole que ahora que tenían el favor del vizconde quizá podría conseguir que les financiaran un hechizo de “restauración”. Tras aquel poco convincente argumento, el mago se reunió con “Los Errantes” y partieron hacia el campamento.

En cuanto pudieron, volvieron al templo, y bajaron de nuevo por la escalera que conducía a la sala octogonal de la niebla inquietante, donde todo seguía siendo igual de inquietante y maligno. Se dirigieron a la puerta de enfrente, cuando alguien descubrió una pequeña puerta secreta en un lateral. La abrieron y vieron un pequeño pasillo, al fondo del cual había un fantasma que comenzó a gritar al tiempo que se lanzaba sobre ellos. Todos prepararon sus armas para hacer frente a este nuevo enemigo.

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